lunes, 27 de octubre de 2008

Río Caura y Salto Pará
Participantes: Edilia C. de Borges, Rosana Langerano, Lisandro Altuve, Ana de Altuve y Mariana Vasquez

Llegamos a “Las Trincheras” un caserío de la etnia indígena Yekuana o Maquiritare = “Hombres del río”, ubicado a orillas del río Caura, donde embarcaríamos en las curiaras., hacia el destino final: El Salto Pará. Razones imprevistas hicieron que tuviésemos que esperar allí mucho tiempo y no salir a la hora pre-fijada. Nuestra espera no se hizo tediosa, porque nos ubicamos en la playa del río, que aún no siendo muy atrayente, permitió que nos cobijásemos a la sombra de algunos raquíticos árboles
A descansar, leer, dormir, comer, mientras otros se bañaban en las aguas de color oscuro


Ya casi a las 3 de la tarde la alegría nos volvió al cuerpo, llegaron dos de las curiaras de nuestro traslado. La otra lo haría posteriormente. En una de ellas se colocó todo el equipaje y la otra la abordamos..Con un motor fuera de borda, rústicas, sin techo..Nosotros las hicimos cómodas con nuestro entusiasmo y curiosidad, la falta de techumbre la resolvimos con sombreros y gorras, el fuerte sol lo afrontaríamos pringados de cremas bloqueadoras.. Río arriba comenzó ahora verdaderamente nuestra anhelada ruta.
El Río Caura es el tercer río más grande de Venezuela, con longitud de 725 kms, tributario del río Orinoco, su cuenca se encuentra protegida por una gran reserva forestal (5 millones de hectáreas), bañando una selva tropical formada por bosques Primarios que en su mayoría permanecen vírgenes por no haber sido (afortunadamente hasta ahora) talados.


Boquiabiertos, absortos, gratamente admirados, nuestros ojos no alcanzan a captar toda la inmensidad del impresionante paisaje que nos rodeaba., ni aún con la ayuda de los binoculares. Las cámaras de fotografía y video no cesaban de tomar imágenes a diestra y siniestra, aprovechando el magnífico foco de luz que el refulgente sol nos enviaba. Allá era una Ceiba altísima, acá una “mata de cigueñas”, acullá el vuelo escandaloso de los loros, el elegante del gavilán, el certero y sorpresivo sumergirse del pájaro “Martín Pescador”, las sonrisas y los gestos alegres de nuestros compañeros, el rostro ceñudo y hermético de nuestro guía y motorista, ambos indios…


Navegamos así mucho tiempo, casi sin darnos cuenta el sol se retiró y en su lugar la señora luna hizo su magnífica sustitución..Luna llena que contribuyó todavía más al encanto de esos momentos..Pero la realidad se imponía y la prudencia tambíen. El río aunque en esos momentos no estaba “embravecido”, si llevaba un respetuoso caudal, su ancho es de bastantes metros y tiene “muchos rápidos”, no era cosa de tentar la suerte y en la oscuridad tener un encuentro cercano con una de las tantas rocas negras, enormes, graníticas, que emergen del río..
Así que sabiamente nuestro guía orilló las curiaras hasta un banco extenso de arena, “El Pescado” se llama el sitio, donde pasaríamos la noche..Los otros compañeros no llegaban. Mientras los esperábamos montamos las carpas, clavamos estacas para colgar los chinchorros, nos bañamos y preparamos para dormir..Llegaron, un percance en el motor de la curiara los retrasó.
El dormir fue un placer. Muchos lo hicimos a “cielo abierto”, en nuestros aislantes directamente sobre la caliente arena, arrullados por el rumor del río y bajo el dosel de un cielo estrellado y un faro brillante de luz lunar.


Temprano al día siguiente de nuevo en las curiaras , esta vez rumbo a “El Playón”, es un campamento levantado por los indios Yekuanas, hay churuatas donde dormir en chinchorros con mosquiteros provistos por ellos, cocina con fogón, electricidad con una planta que mantienen hasta altas horas de la noche, baño con aditamentos modernos de loza blanca, todo rústico pero limpio y acogedor. Amplias zonas para las carpas.
El rio acá forma muchas sitios que invitan a bañarse, no hay peligro de rápidos si una no es imprudente, hay que cuidarse de los “Tembladores” y las “Rayas” que se empeñan en nadar por las orillas..Mucha playa de arena donde tenderse a asolearse (aún más)…
Solamente tuvimos tiempo de dejar nuestras cosas, recoger agua, comida y todo lo que presumíamos íbamos a necesitar y de inmediato nuestro guía comenzó la caminata hacia el Gran Salto Pará…Una hora y 45 minutos fue la travesía desde el caserío hasta lo alto donde se encuentra el Salto...
Caminamos explorando aquella selva, oyendo el cantar de los pájaros, el bailotear de muchas mariposas. No es difícil, tiene cuestas suaves, muy pocas, la mayor distancia es semi-plana, pero se hace fatigosa por ser selva húmeda, el ejercicio y el calor extenuante nos hace sudar “riachuelos” de agua por todo el cuerpo.
Y cosa rara, afortunadamente lo teníamos previsto y avisado..Por el trayecto no hay agua, al menos en verano como ahora…Los cauces que atravesamos están secos…Para compensar la bellezura del entorno, es bravía...


Se termina el camino..en frente tenemos un área verde de corta grama natural..y luego amigos…Que impresión..La atracción máxima de la zona..El Gran Salto Pará.. Espectacular..El río se divide y desciende en 7 inmensos torrentes. Aún seco su volumen de agua impresiona, éste se incrementa en invierno mil veces. Viene de correr por un cañón que se abre en saltos alineados en forma de herradura de más o menos 60 metros de alto, islas verdes entre ellos, festoneados de lianas, densa bruma formada por la neblina de miles y miles de gotitas de agua que al viento esparce..El ruido de las aguas al caer es sonido acompañante del espectáculo asombroso que disfrutamos a lo máximo.. .

Tuvimos mucho tiempo de contemplación, de traerlo en nuestro recuerdo no solamente en la mente sino en imágenes..Nos bañamos en un pozo rodeados de piedras brillantes que nos masajeaban el cuerpo. Sentados en la húmeda y fragante hierba almorzamos...
Adquirimos preciosa artesanía que una pareja de Yekuanas ofrecía a precio irrisorio...

Pasado el tiempo desandamos el camino, con pesar, bajamos de nuevo hasta El Playón.
Era todavía muy temprano, terminamos la tarde aprovechando para bañarnos de nuevo en las tibias aguas de los muchos remansos.. Ya en la noche después de una cena espléndida, donde hubo hasta el deguste de un “Bagre” pescado por un amigo, luego de unas copitas de vino..abrimos el “garito” para jugar cartas, dominó y bingo..En éste último participaron algunos ávidos y curiosos indios…Pero no tuvieron suerte..Gané yo...

Al otro día ya era el de la partida..Con lentitud al despertarnos a la hora que quisimos, desayunamos y con parsimonia arreglamos nuestros morrales..Curioso..ahora las cosas que vinieron no cabían de regreso..Pero chapuceramente cupieron al fin..
A las 10 y media de la mañana dijimos adios a los lugareños que con tanta amabilidad y cortesía nos recibieron..Esta vez la travesía por el río con un sol inclemente de frente castigándonos, se vio mermada con la presentación del baile sinuoso de las “Toninas” (Delfín de río)..A veces sacando agua de la curiara que las olas que hacían los rápidos nos enviaban, bañándonos en cada oportunidad que el bote se detenía por algo (el calor era sofocante), con algunos altibajos de parte de los motores de todas las curiaras..nos vimos otra vez en “Las Trincheras”...


Allí tendidos en la arena de la playa, frente al río hubimos de esperar entre baños y descansos a que nos recogiera el transporte que nos llevó de nuevo a Ciudad Bolívar, donde llegamos a tiempo de desayunar en el Mercado Municipal..Fabuloso…Comprar dulces típicos de la región y compartir con la gente de la zona, cosa muy interesante.
Tomamos la consabidas fotos del Puente de Angostura.. sobre el río Orinoco y luego subimos al transporte que nos traería hasta Caracas..Esta vez, aún en contra de los augurios de los “profetas del desastre”, el regreso fue bastante rápido, una pequeña colita de autos, pero cosa nimia..En la capital estábamos antes de la 7 de la noche.
Muy buena excursión, aunque trabajosa en su logística por ser la primera vez que se hace..pero por supuesto será todavía mejor cuando regresemos de nuevo a esta maravillosa y privilegiada zona

Nos vemos en la próxima,


Edilia C. de Borges


Fotografías: Rosana Langerano





jueves, 23 de octubre de 2008

Hacienda Guáquira

Julio 2006








Fotografías: Rosana Langerano

sábado, 18 de octubre de 2008

La Vuelta Larga de Oriente
Febrero 2007
Participantes: Edilia C. de Borges, Rosana Langerano y Thamara Gutiérrez
Hola amigos todos, les cuento:
Con el pretexto de ver el carnaval de Carúpano (Edo. Sucre), mis amigas y yo llenamos nuestros morrales y subiendo a un cómodo autobús-cama privado, nos fuímos rumbo al oriente del país. Con los retardos crónicos en la vía para estas fechas, el viaje que normalmente se hace en 9 horas, esta vez lo hicimos en 13. Por fortuna para nosotras, el haber salido de noche, todo el tiempo y parte del amanecer la pasamos muy bien, durmiendo plácidamente.
9 de la mañana, llegamos a destino, a la alegre ciudad de Carúpano, allí mismo en la acera, desayunamos las sabrosas y afamadas empanadas de cazón y un fuerte café sin leche, una risueña señora nos lo vendió.
Contratamos un taxi (muy económico por cierto), le indicamos al chofer la dirección donde íbamos, él dijo que la conocía, pero la cosa resultó no muy cierta, porque dimos vueltas y revueltas por las afueras del pueblo, recorrimos caminos por trechos largos , hasta que un lugareño nos indicó la ruta a seguir. No nos importó porque conocimos muchos “recovecos” de caseríos interesantes. Entre ellos la Hacienda Bukare. (hacienda de cacao).

Llegamos a nuestro objetivo, su dueño no estaba. Nos presentamos a unas personas que nos recibieron (empleados) y nos sentamos a esperarlo. A primera vista las instalaciones se ven prometedoras, hechas de madera con techos de palma, amplios corredores sombreados constituyen el cuerpo principal de la casa, más atrás se veían algunas cabañas del misma estilo. Por doquier altos árboles y flores. Después supimos que todo ello, además de los muebles fueron diseñados y construídos por su dueño: prácticos y funcionales, austeros y elegantes, todo en madera.
Llegó la hora del almuerzo y nos invitaron a pasar al comedor. Comida sencilla, y sana. Acá como bebida solamente hay agua, café y jugos de frutas. Las bebidas alcohólicas y los refrescos no existen. Aún sentadas a la mesa llegó el propietario y presidente de la Fundación Vuelta Larga, su hacienda también lleva este nombre: Klaus Muller. Hombre alto y fornido, afable, locuaz y gentil se nos presentó. Nos pidió que descansáramos un poco porque en la tarde comenzaría nuestro periplo por esas tierras. Seguimos su consejo y nos instalamos en nuestra habitación. Pasadas unas horas Klaus nos llamó y en su camión turístico comenzamos a recorrer el área.



Luego de un camino no muy largo de tierra, llegamos a un terreno amplio donde los Samanes y Bucares se erguían con gran orgullo y con toda razón, ellos crecieron gracias a la mano generosa de Klaus, quien años atrás sembró sus semillas y las cuidó con esmero y cariño.
Seguimos hacia una zona donde están otras instalaciones (también obra Klaus), donde se dictan talleres, seminarios, sirviendo a la vez de laboratorio. Por allí cerca vimos una laguna artificial para experimentación. (observación y cría de peces de la región), en la orilla, un curioso artefacto que sirve para achicar o aumentar el caudal del agua, de acuerdo al requerimiento. Más allá en un corral, una danta que curiosa se asoma por los agujeros de la cerca, en otro un búfalo de morro fruncido y amenazador y más allá en una gran jaula una tortuga grande y una iguana.


Caminamos un largo camino de tierra a cuya vera está un canal artificial de agua, por un lado un canal de agua y por el otro, una laguna.
Subimos a una pequeña lancha con remos y dos jóvenes de la hacienda que la conducían, nos llevaron por aquél sendero acuático, para observar las plantas hermosas alrededor del río, y la fauna que allí se citan : Tal como una colonia de chenchenas, gavilán, corocoras, garzas blancas, mariposas, y diferentes aves cruzando rápido el aire con gran algarabía y en busca de sus nidos, ya se recogían porque estaba atardeciendo. A la otra orilla del camino vimos la laguna en cuyo centro se levanta un palafito, allí sentados puede uno pescar o solamente relajarse para meditar en silencio, mientras el sol se va escondiendo poco a poco.


Tuvimos una tranquila noche y un criollo desayuno al día siguiente, creo que fue el olor de las arepas tostadas y del café recién hecho lo que me despertó..Klaus nos lleva ahora a una caminata por la serranía circundante, no es muy alta la montaña, su máxima altitud es de 1.100 m.s.n.m. Con el día claro y soleado desde allí logramos ver y fotografiar paisajes hermosos de montaña y mar..
A veces nos deteníamos en algunas casas de lugareños, el denominador común de todas era tener un patio donde secan los granos de cacao. Instructiva la parada en la casa de uno de ellos, él nos llevó a su siembra de cacao. Descalzo, con machete en mano al lado de una mata, nos explicó como es la siembra, cultivo, cosecha, recolección, secado y molido del fruto, para luego procesarlo artesanalmente y convertirlo en “bola de cacao” o chocolate.. Estas gentes son sencillas, amables, brindan al visitante cordial hospitalidad y saludos a nuestro paso. Uno de ellos nos ofreció algo que no sabía yo pudiera lograrse: jugo fresco de naranja cajera. Sabroso con ganas..
Mandarinas y Pomarosas, que crecen a la mano de Dios, fueron probadas por nosotras.
En cierta parte del camino de bajada, Daniel hijo de Klaus, nos esperaba en el camión para devolvernos a la posada. Menos mal porque ya el sol nos “calentaba” con fiereza.

Siempre guiados por Klaus, ahora visitamos la Falla Geológica El Pilar.., distante un largo trecho desde la hacienda. En el vehículo llegamos hasta la entrada del parque donde está ubicada..Hay una caminería de piedra que nos lleva hasta cierto punto, donde se comienza a ascender un poco por un sendero angosto dentro del monte y rocas, siempre a la orilla del riachuelo. En el aire hay un olor algo desagradable de azufre u otro mineral, molesta al principio , pero luego una se acostumbra mientras va caminando. El sendero estrecho, entre arbustos espinosos y resecos, el sol cae bastante fuerte. El agua hierve en algunos huecos entre las rocas, de otros sale un humo claro y maloliente. Con sumo cuidado introduzco mis dedos en el agua y ¡hayayai! Quema en verdad..Vapor de agua emana del río. La floresta despejada, por ser arbustos no altos y el sol inclemente, se unen para elevar la temperatura en el ambiente. Hay una calor de la “quinta palia del infierno de Dante”, nos agobia y sofoca a medida que trepamos las calientes piedras; llegamos a la cascada que cae tranquila formando un pozo circular, de aguas claras y tibias..Ni lo pienso, apenas me saco las botas y así con ropa y todo, me sumerjo en la refrescante piscina natural, mientras una de mis amigas sube hasta la cascada y allí se ducha. Frescas ahora bajamos, me encuentro a una joven impregnada en barro caliente y negro por todo el cuerpo, alega que le preserva el cutis…Bueno….le tomo una fotografía..
Otro día. Klaus nos lleva a la playa, pero no a cualquier playa (aunque por allá en oriente todas las playas son preciosas). Esta vez después de rodar bastante tiempo en su camión, nos deja en el campamento privado “Playa de Uva”…Otro paraíso. Nos quedaremos acá todo el día..Lo primero que hacemos es bajar hasta el restorán (abierto, paredes de malla mosquitera y techo de moriche) que está frente a la playa, bajamos colinas de muy cuidado césped, palmas, bromelias y otras flores encontramos por doquier, cabañas funcionales integradas en su diseño al paisaje. Se nos atiende muy bien y el desayuno es super delicioso..criollo oriental, donde las arepas y el perico carupanero nos deleitan. Después y siguiendo indicaciones que nos dieron, nos vamos por un caminito entre la montaña que baja hacia el mar, encontramos un mirador natural, desde donde vemos el mar a todo lo que da nuestra vista, las montañas y el horizonte lejano. Los colores prístinos brillan con el sol fuerte, tomamos fotografías y seguimos ahora descendiendo con cautela por las piedritas sueltas, llegamos a “Nivaldito”, esta playa pertenece al campamento. Gentil se nos acerca el cuidador y nos ofrece agua de coco, que un muchacho baja del cocotero con agilidad y gracia.¡Que dulce y agradable el líquido que calma nuestra sed.! A esta temprana hora la playa está sola para nosotras, con el transcurrir del tiempo irán llegando otros huéspedes.
Mis compañeras se tienden al sol y yo busco cobijo en la sombra que me da una alta muralla de piedra, un libro me acompaña. Con pereza veo pasar lanchas a quienes saludo desde lejos. Chapuzones en la fría pero quieta agua nos reaniman, pasa el tiempo lentamente y no nos damos cuenta. Pero el cielo se obscurece, negros nubarrones amenazan lluvia, decidimos volver al campamento. Almorzamos y nos dispusimos a disfrutar del entorno mientras venía el chofer que nos llevaría de nuevo a la hacienda..

No veíamos a nadie por el camino, todo mundo estaba de fiestas carnestolendas.
Este día quisimos ver el carnaval en Carúpano, pero salimos muy temprano y al llegar a la ciudad, decidimos devolvernos a la población de Río Caribe, allí compraríamos dulces criollos y la famosa bebida de la región. En una camioneta por puesto y bordeando la carretera por los acantilados frente al mar, llegamos en breve tiempo.

Ahí aprovechamos de caminar para conocer un poco el pueblo, nos topamos con un restorán criollo de buen aspecto, de magnifico aspecto..Situado frente al mar, de paredes blancas y puertas altas de madera, con sendos ventiladores de techo dando vueltas, un joven camarero moreno y de sonrisa ancha y simpática, nos recibe con el menú de la casa..¡Canastos verdes!..¿Qué nos íbamos a imaginar que conseguiríamos esta rica oferta culinaria?.. Así que pedimos Pastel de Chucho, ¡Ummm!, Catalana y su contorno y de postre..¡Oh maravilla!...Negro en camisa y pudín de limón…Ahhh…que ricura…Seguimos en busca de nuestro deseo de compra y así llegamos a la famosa casa de la “Dulce Mirna”, donde adquirimos el artesanal licor de Ponsigué y el de Cacaíto, En la calles, una señora vendía los afamados dulces de coco y otras delicias.
De vuelta a Carúpano, como nos restaba tiempo, visitamos el interesante Museo Histórico..Interesante..Y después seguimos a la procesión de gente, una multitud que caminando iba en busca de la calle por donde desfilarían las carrozas del carnaval. Bulla, papelilos, fritangas, bailes, disfraces, ventas ambulantes de todo tipo de cosas, inverosímiles cosas, música, toda una algarabía alegre y fiestera…Sin embargo se acercaba la hora de tomar el autobús de regreso para Caracas y todavía no había vestigios de carrozas..Así que sintiéndolo mucho nos fuimos al Terminal. Esta vez el transporte salió a la hora y a las 5 de la mañana ya estábamos en la ciudad capital.
Fue una muy interesante vivencia, que nos dejó el dulce sabor de volver a conocer más del oriente.

Nos vemos en la próxima.

Edilia C. de Borges

Fotos: Rosana Langerano
Cueva El Peñón /El Encanto de Mauricio

12 de marzo del 2007

Hola amigos todos, les cuento:

Aceptando la invitación recibida, este domingo nos fuimos de excursión “didáctica” hacia el centro del país. Salimos muy temprano desde Altamira y en apenas 1 hora, sin tráfico arribamos a la “Plaza del Estudiante” en la vecina ciudad de Ocumare del Tuy.
Un nutrido grupo de jóvenes inquietos, estudiantes, su profesor Lenín, y nuestro amigo Teobaldo Alvarado ya nos esperaban, así que de inmediato subimos a los transportes para comenzar la excursión. Había que salir temprano, antes que el sol se “despertara” del todo.


El trayecto hasta el sitio de inicio a la caminata, aunque de varios kilómetros, se hizo en breve tiempo, el chofer manejaba rápido por una vía comunal desolada a esa hora. Llegamos al sector de “Sucuta” (nombre de una fruta de la región), es un cruce de dos caminos donde sólo hay una casa modesta, allí funciona una “bodega” con chucherías y refrescos, una cancha para bolas y dos toscos asientos de madera , todo ello debajo de un techo de palmas sostenida en cuatro horcones..No se veía a nadie. Bajo una precaria sombra nos “arracimamos” dejando en el centro a Teobaldo, se hizo un palpable silencio y en tono profesoral Teobaldo nos dio una cátedra histórica sobre el origen, nombre, toponimia y características de la cueva donde íbamos.

“Cueva El Peñón”, lleva este nombre porque está ubicada en el centro y en lo más alto de una colina hirsuta de rocas. En su interior tiene 7 manantiales subterráneos que llevan agua a lugares altos de Ocumare del Tuy. Fue descubierto el 18.1.1869 y se han explorado 500 metros. Simón Ugarte científico caraqueño hizo el primer estudio de ella Se le llama también “Encanto de Mauricio”, personaje lugareño muy folclórico que vivió ahí por muchos años, se le consideraba “un encanto” y sobre él se tejieron muchas leyendas y anécdotas (algunas de ellas también nos la refirió Teobaldo)”.

En la cueva se han encontrado fósiles. Su formación es de roca caliza. Tiene muchas e interesantes formaciones calcáreas, estalactitas y estalagmitas, pliegues “cresta de gallo” y “tocineta”. Viven en ella colonias de murciélagos, cucarachas enormes y ciegas, arañas-escorpión, grillos negros. Hongos. Ya con todo este bagaje de información, caminamos en busca del objetivo. Pero antes debimos cumplir con las reglas establecidas y fue la de entregar una lista con nuestros nombres, al Puesto de Guardia Nacional, encargados de velar por la seguridad y mantenimiento de la zona.

Ahora sí, seguimos por la carretera ancha de tierra, la dejamos luego y nos desviamos hacia un sendero oculto entre la maleza, allí continuando por un caminito plano entre la seca vegetación, que rápidamente asciende por intrincadas rocas grandes, breve trecho que nos llevó a ver de inmediato la entrada a la cueva. La primera vista impresiona, pues es un boca ancha de paredes y techo bastante irregular, el suelo al contrario de lo que yo pensaba, no está lleno de guano, lo hay, pero poco.

Se organizan tres grupos para visitarlas por seguridad y libertad de acción, todos con nuestra mascarilla de protección. La entrada es horizontal, nuestro guía, Teobaldo, nos lleva a la primera de las 3 salas. La Cueva ciega, porque sus paredes son cóncavas y no tiene otra salida. No es tan obscura, sin embargo veo colgando en un rincón, una camisa sucia de sangre (espero que no sea por brujería), no la enseño a nadie. Salimos de allí y a un lado vemos una especie de altar en un recodo de la pared, algunas personas depositan ofrendas por favores recibidos, de “San Mauricio”, como le llaman.

Para llegar a la segunda sala: “Las mujeres de Mauricio”, tenemos que agacharnos y pasar una abertura estrecha de techo muy bajo, subimos y bajamos rocas y ahora nos encontramos en la sala, su nombre lo toma de unas formaciones en la pared, que semejan tres mujeres de espalda, nítidamente se observa la cabeza, tronco y “pompi”, dos gordas y una delgada. Además acá se presenta un fenómeno especial. En el techo se encuentra una abertura redonda por donde se filtra la luz solar. Es una vista imponente del rayo solar que poco a poco va besando la pared, hasta que se centra en ella iluminando todo el recinto. Todo un espectáculo.

De acá pasamos a la 3ª sala, se hace difícil el laberinto pétreo por el paso angosto, no apto para “gorditos”, las piedras están resbalosas y la oscuridad total, sólo rota por la luz de nuestras linternas. Las formaciones rocosas son raras. Pero hasta aquí podemos llegar. Aún cuando está explorada más adentro, no es seguro. Lo dejamos para los especialistas.

De regreso, esperamos en la entrada de la cueva a que los otros grupos hagan el recorrido, después de muchas fotografías salimos de la cueva, para ir a la cantera.
Ésta está en la parte de atrás del peñón, es una montaña de cal. Grandes trozos de piedra calcárea han rodado y están esparcidas por toda el área , producto de la explotación que hace años realizó allí una Compañía para extraer el mineral, dejando mucho daño tras sí. Secaron una laguna cercana y por ende, la fauna acuática se extinguió y la terrestre huyó, la flora y el entorno cambió drásticamente. Destruyeron el hábitat de muchas especies y refugio de animales. Por suerte se revocó el permiso otorgado a la fábrica de cemento y se prohibió la extracción del mineral, resguardándose la zona como “Reservorio Natural”, como hoy día se mantiene.

Los estudiantes recogen muestras de las piedras, juegan se ríen y se toman fotografías. Tuve la fortuna de conseguir piedras muy bellas, pirita, serpentina, ferrosa y hasta una con un manto de cuarzo blanco brillante. Bastante tiempo estuvimos allí. Caminamos de nuevo hasta el sitio donde subiríamos al transporte. Mientras sentadas almorzábamos, oímos un sonido como de “balas de ametralladora”, se fue intensificando y ahora era el crepitar de la madera y del monte seco. Frente a nosotros en una colina se desató un gran incendio por combustión espontánea. Largas lenguas de fuego se veían primero al pie de la colina y luego subiendo hacia lo alto, empujadas por el viento fuerte. Fue doloroso ver aquello, sin embargo la belleza del fuego instó a tomarle fotografías, por la imponencia y dramatismo del mismo.

Ya en la ciudad, y después de refrescarnos, subimos al vehículo que nos trajo a Caracas.
Hicimos un buen ejercicio físico, revivimos cosas olvidadas de nuestra enseñanza primaria, conocimos un sitio sumamente interesante y disfrutamos de la compañía.

Nos vemos en la próxima.

Edilia C. de Borges


Fotografías: Rosana Langerano
Altos de Sucre

Mayo 2007

Participantes: Edilia C. de Borges, Rosana Langerano y Thamara Gutiérrez. Guía: Roberto

Hola amigos todos, les cuento:

Me sonaba como “raro” eso de Altos de Sucre. ¿Qué sería aquello? Para responder esta inquietud nada mejor que llegarme hasta allá, así que invité a mis amigas y compañeras de viaje, Rosana y Thamara y el jueves en la noche partimos rumbo al Oriente del país.
Un viaje tranquilo de 5 horas aproximadamente que nos llevó hasta la ciudad de Pto. La Cruz (Edo. Anzoátegui). En el Terminal de buses ya nos esperaba Dany, el chofer que nos trasladaría al campamento base: Una posada a 35 minutos de allí, en el Edo. Sucre.
Salimos de la ciudad y tomamos la carretera de tierra, en una curva un cartel señala “Altos de Sucre” (antiguamente Altos de Santa Fe), subimos por allí ascendiendo hacia la montaña, el paisaje es impresionante y nítido, a un lado el esplendoroso mar Caribe, titila brillante con el espléndido sol, alcanzo a ver las islas Chimanas, Los Monos y parte del Parque Nac. Mochima.
Del otro lado el reseco pero atractivo color verde de las formaciones botánicas tipo espinar, donde se apoyan casas de los lugareños.
Observo que hay en el camino variopintas posadas. Saliendo del camino tomamos un desvío de tierra y llegamos a destino. Un alto portón de hierro señala la entrada a la posada Vista Montaña”, ubicada en al puerta del Parque Nac. Mochima, entre el mar y la montaña, es un paraíso. Mi primera impresión es totalmente positiva por lo acogedora y atrayente de sus instalaciones y por el cálido recibimiento de los empleados, el dueño está ausente.



Nos instalamos en la sencilla y confortable habitación y de inmediato nos sirvieron el suculento almuerzo. Luego recorrimos toda la zona de la posada, meciéndonos en los columpios cual niñas, visitando el Parque Tropical donde conviven, patos, caballos, burro, jabalí y monos. (Eso yo lo hice super rápido y desde lejos). Nuestro paseo nos llevó fuera de la posada y al centro del pueblo donde vimos las casas, negocios de los vecinos y más posadas.
Ya de regreso conocimos a nuestro anfitrión Eckard, un alemán que ancló en éstas tierras, nos informó sobre el programa de actividades que le habíamos solicitado y que comenzarían al día siguiente.
La cena fue exquisita. Descansamos muy bien, el clima friolento, la ausencia de plaga y la misteriosa neblina tranquilizaron nuestras mentes. La luna llena me permitió mirar con detenimiento el tapiz bordado en luces del cielo.
Desayuno bien criollo, ricas arepas. En ello estábamos cuando se nos presentó Roberto, nuestro guía. Un simpático sureño (argentino) de mediana edad, a quien atrapó también la magia del trópico. Nos ha venido a buscar, trae mucha información escrita, fotos y un muy completo mapa de la región, que nos enseña. Realizaremos hoy una caminata:
El Saltico: Equipadas para caminar, seguimos a Roberto. De la calle principal se desvía hacia el “monte” por un sendero angosto que se adentra en el bosque tropical. Hay bastante calor, pero el camino es umbroso. Encontramos a un campesino y su burro cargando envases con agua que ha recogido del manantial, a ése punto nos dirigimos.


Es pequeño apenas se ve salir el agua, brota fresca, apretada entre rocas y vegetación, suelo arenoso. Por doquier los pájaros cantan a placer. Sudorosas por el ejercicio y la humedad reinante, caminamos hacia adentro y hacia abajo en la montaña. Hay gran variedad florística: apamate, cedro, jabillo, pardillo, camorucos, carapo, variedad de palmas y de heliconias representadas por rojas “Riqui.riqui”. Llegamos al sitio llamado La Toma, la mano del hombre ha represado el hoy poco caudaloso río, para bombear el agua hacia la comunidad. El sitio es penumbroso y fresco, pero el agua no se ve muy bien por la gran cantidad de hojas y ramas que le han caído. Se ve turbia. Conversador y dicharachero, ahora Roberto nos lleva subiendo la pendiente, estamos en pleno bosque de gran belleza escénica, no vemos el río pero lo oímos caminando cerca de él. Encontramos una pequeña cascada, sobre ella ha caído un largo árbol.


No hay otro camino, tenemos que trepar. Es una alta pared escalonada de piedra resbalosa, está mojada por el agua que salpica. Haciendo de “tripas corazón”, ayudándonos unas a otra, aceptando la mano de Roberto o el extremo de su bastón, lo logramos. Y lo peor es que fueron dos veces más que nos tocó atravesar el mismo obstáculo, algo menos dificilillo.
Total que realizamos sin saberlo, obligadas, técnica no muy legales de “barranquismo puro” y al revés. Pero subimos. ¿Qué cómo lo hicimos y el porqué? No lo sé...Tal vez a fuerza voluntad y sudando adrenalina pura.

Ya arriba el premio mayor: Una poza de agua fresca, invitadora y refrescante. Las tres nos zambullimos en ella disfrutando del reconfortante líquido y olvidando los tremendos sustos anteriores en la subida de las cascadas. Desde la orilla. Roberto supervisa los ”retozos” acuáticos. De vuelta, vestidas con la ropa sudada, continuamos nuestro camino hacia la “fila” de la montaña, donde Neptalí, un lugareño enamorado de su tierra, construyó un rústico caney, cómodo con mesas y sillas, un sencillo baño y luz eléctrica. Está vacío en este momento, es sólo para el disfrute de los amantes de la naturaleza. La energía emanada del bosque tropical nos ha repotenciado.
Sentadas en un banco frente al lejano mar, almorzamos el delicioso emparedado preparado por la cocinera de la posada. Dejo vagar mi mente y pensamientos en el infinito azul del mar y el cielo. Playas lejanas: Arapo, Colorada, Arapito las veo. Isletas, esponjosas y blancas nubes, rizos de las olas, veleros, aves, todos estos elementos se armonizan en un todo que aturde mis sentidos. Descanso, paz, tranquilidad.

Pasa mucho rato, hay que regresar de nuevo al caserío. Ya allí, una parada rápida para una bebida fría y celebrar nuestra excursión. Dejamos a Roberto cerca de su casa. Nosotras después de cenar, abrimos el garito, donde se puso de manifiesto la habilidad sutil del arte de “trampear” de cada una.
Los Bajos: Nuestra excursión de hoy nos lleva por ruta contraria a la de ayer. Al final del pueblo después de haber caminado en plano, tuvimos que descender una bajada larguísima, encementada, bastante chocante. Al final de ella un trecho muy corto de carretera en tierra, un espacio abierto desde donde vemos una laguna artificial que riega los sembradíos de berenjenas y pimentones. Relucen frescos, húmedos, frondosos. Una familia esta asentada allí y son ellos los sembradores, perros nos ladran y apresuro el paso.
Ahora la carretera se transforma en un estrecho sendero que bajo sombra de altos árboles se interna en la floresta. Un largo tramo en plano, lecho seco de un río de donde extraen arena. El sendero se ha vuelto de piedra, las pisamos, rodeamos, subimos y bajamos por bastante tiempo. El río seco de repente comienza a mostrar humedad, luego huecos llenos de agua, un delgado hilo de líquido hasta que se transforma en una quebrada aumentando su caudal.
Bajamos hacia él por tierra suelta que nos obliga a practicar culi-cross, agarrarnos a cualquier cosa para no deslizarnos.

Abajo nos espera un alargado pozo, el agua que lo forma cae en delgado chorro desde las piedras altas. El agua se ve profunda y esmeralda, lo que no impidió que me desvistiera aprisa y me sumergiera en ella. Mis amigas pese al calor y desconfiadas no me acompañaron, pues se lo perdieron.
Ya fresca, almorzamos sentadas en las piedras arriba, de donde se desprende el agua. Un privilegiado lugar con extensa y hermosa vista del bosque, la poza y la vegetación que nos rodea.
Para el regreso, Roberto seleccionó una ruta que nos impactó de asombro. Por varios metros baja un hermoso y espeluznante río de grandes, enormes, imponentes peñas, unas encimas de las otras, en desorden, bellas. Producto de un cercano deslave natural. Hubo que sortearlas, montarlas o rodearlas para lograr llegar al sendero de nuevo. Fue sumamente emocionante ese tramo.


Después el sendero fue el mismo que tomamos en la mañana. Terminada nuestra excursión y despedidas de Roberto, quisimos conocer la “ciudad de los acostados”, el cementerio que nos dijeron guardaban reliquias de otras épocas. Lo recorrimos todo, no es muy grande. Sorprendidas leímos en algunas lápidas semi-borradas por el tiempo, difuntos longevos de 100 o más años. Interesante ver túmulos antiguos con leyendas misteriosas.
Por ser día festivo, en la vía había ventas de dulces y esencias, sahumerios y baños, menjurjes y polvos, todo ello para diferentes usos, divinos y humanos.
En la noche nuestro garito tuvo una sorpresa, se jugó bingo (con menos trampas).
El suculento desayuno criollo del día siguiente. A mitad de la mañana nos despedimos de todos, anfitrión, guía, empleados y la famosa cocinera. Puntual a las 10, Dany ya estaba acá con su taxi, nos llevó al Terminal de donde salimos temprano. Comodamente llegamos a Caracas a las 5 y pico de la tarde.
Ahora sé que son los “Altos del Edo. Sucre”, bueno al menos parte de ellos, porque me falta conocer mucho más, así que…

Nos vemos en la próxima.

Edilia C. de Borges

Fotografías: Rosana Langerano

Quebrada Maitana/Pozo Suruapo
Octubre 2006

Participantes: Edilia C. de Borges, Rosana Langerano y Thamara Gutiérrez

Hola amigos todos, les cuento:

Guacaipuro 1560. La región que hoy conocemos como Los Teques en aquél entonces estaba poblada por muchos indígenas que formaban grupos independientes, con sus jefes o caciques propios. El principal de estos grupos era del cacique Guacaipuro, jefe de indios Teques y Caracas, cuy asiento era en Suruapo o Suruapay, situado en la vecindad del actual poblado de San José de los Altos (Edo. Miranda) en la vertiente de la quebrada Paracotos.
Y hasta allá nos fuímos mis amigas y yo incursionando en este día festivo (12.10). A sólo 30 minutos de Caracas, vía El Valle, pasando el embalse La Mariposa en breve recorrido llegamos a nuestro destino.


Pocas casas a la orilla de la carretera, no muy cercanas unas de otras. Una de ellas tiene a la entrada un pintoresco cartel indicando “Restorant Pozo Suruapo”, aquí nos detuvimos. Entramos y de inmediato comenzamos a bajar una larga escalera de piedra, sin barandas flanqueado por árboles de cambur, ocumos, coquetas, lirios, todo ello en abundancia y de colores brillantes y todavía llenos de rocío; termina en un terreno plano donde se encuentran las instalaciones decoradas sencillamente y con buen gusto. Se mota que este sitio resuma paz, y tranquilidad. Está hecho con cariño y amor por la naturaleza.

Las instalaciones rústicas, si se quieren ofrecen confort y comodidad, un chinchorro cuelga invitando a descansar. En un rincón se exhiben varias escultoras en hierro, producto de la creatividad de Germán. En las paredes cuelgan artículos disímiles pero que armonizan por su origen autóctono. Nos reciben con gentileza sus dueños y anfitriones Germán y Natascha, quienes a su vez nos presentan a quien será nuestro baquiano: Rafael, (ya de entrada muy simpático y atento). Él nos guiará en nuestra caminata. Alternativa para el visitante que no desea permanecer sólo en contemplación del precioso entorno, si no que desea integrarse a él.

De botas altas y machete en mano, Rafael nos señala el camino, éste sale de atrás de la casita y se interna en el bosque, limpio y sombreado por la profusión de árboles altos, desciende suavemente. A los 20 minutos nos desviamos hacia un espacio ancho y plano: El Mirador, desde aquí se puede ver todo el paisaje circundante. Un poco más allá hay un sitio utilizado para acampar, bajo muchas matas de mango. De nuevo en el sendero principal después de un tiempo, nos conseguimos con otro desvío, esta vez hacia la izquierda y está señalizado con un cartel que dice: Quebrada Maitana.

Ahora la bajada es brusca y resbalosa, en algunos sitios se han colocado cuerdas para ayudarse en el bajar y subir. Comenzamos a oír el ruido del agua y a verla caer en delgado chorro por entre piedras. La vegetación es tupida, estamos en selva nublada. Muchas palmas, hasta algunos árboles cucharones, hay muchísima humedad en el ambiente. Llegamos al fondo de la montaña, a la quebrada, por doquier hay bastante lodo consecuencia de la lluvia nocturna y huellas de crecida reciente, desechos represados por troncos y ramas caídas.

A veces tenemos que trepar grandes rocas o saltar entre piedras en el agua. Sudorosas, acaloradas, mojadas y embarradas de pantano...Siento escozor en mis tobillos y sospecho con temor que hay “chivacoas”, terribles estas especies de “chinches” y para mi mala fortuna compruebo que es cierto, en la piel de mis tobillos y piernas veo muchos puntitos rojos.
La meta es llegar al “Chorro” para bañarnos, pero todavía está lejos. Me adelanté sola un poco, caminando por la arena en la orilla del agua, me siento a descansar y a esperar a mis amigos, que luego de un rato largo al fin aparecen, con las caras demudadas, son todo “un poema”. Preguntó ¿qué les pasó?. Y para mi ingrata sorpresa me responden que se habían encontrado con “un casal” de serpientes Mapanares y lo peor es que yo les pasé al lado, las huellas de mis botas estaban allí. Supongo que dormían y al estar tan mimetizadas con las hojas secas y la arena, no las vi; pero alertas, al paso de mis compañeros se “armaron”. Rafael tuvo que utilizar su machete y desafortunadamente matarlas para dejar libre el paso. Con este “leve percance “, continuamos la marcha y llegamos a una roca muy grande que bajamos con ayuda de cuerda y de Rafael, llegamos al sitio.
El agua muy fría, cae con fuerza y ruidosamente en un pozo no muy grande. Intenté bañarme allí, pero el suelo se hundía bastante, no lo hice. Cual gato sólo me salpiqué la cara y los brazos, además había una nube de zancudos acechando.
Subimos de nuevo y en un sitio limpio comimos una breve merienda, descansamos un poco y regresamos. Al pasar por el sitio de las culebras, una (el macho) estaba cadáver, muerto, yerto. No así la hembra (larguísima como de 1 1/2m,), se removió al sentirnos e intentó atacar. Nuestros gritos se oyeron en Caracas.¡Sustote!..Rafael “voló” con el machete en la mano y de un certero golpe la abatió y la envió hacia el matorral...Que lástima, en verdad los intrusos éramos nosotros, ellas estaban en su habitat y las molestamos.
Otra hora y piquito más de camino y llegamos al sitio de donde partimos. Aunque hay un enorme tanque para bañarse en él si se quiere,(otro pequeño estanque es refugio de muchas tortuguitas, delicia de los niños que visitan el sitio) opté por hacerlo en una muy discreta y escondida ducha al aire libre...¡Uf! que agua tan fría.
Bañadas, limpias, ropa seca, perfumadas y super-requete-hambrientas, nos sentamos en nuestra reservada y preciosa mesa para disfrutar el placer de degustar una deliciosa parrilla uruguaya-venezolana, con exquisitos platos y cremas de contorno, todo un opíparo banquete y con atención VIP esmerada de parte de Germán y Natascha.
Satisfecha y somnolientas, al caer la tarde nos despedimos de nuestros anfitriones y tomando el transporte que nos esperaba, regresamos a Caracas.
Excursión emocionante y divertida.

Nos vemos en la próxima,

Edilia C. De Borges

Fotografías de Rosana Langerano

jueves, 16 de octubre de 2008

Calderas en el Piedemonte Andino


4/5 Octubre 2008

Hola amigos todos, les cuento:

“Barinas son los ríos, el tabaco, el café, el viento. Tiene una esperanza “. Así lo define muy bien el venezolano escritor Orlando Araujo.


Secado de café en calle de Calderas


Sabía que el pueblo de Calderas está situado en este estado andino y al escuchar a un amigo nativo de esos lares el ponderar sus virtudes decidimos ir a conocerlo. Calderas, me dijo: “Tiene paisajes de montaña, piedemonte, páramos, valles planos de aluviones, ríos, quebradas, cascadas.” Estos contrastes notables nos impulsó a mis amigas y a mí este fin de semana a viajar y conocer a Calderas.
En autobús muy cómodo salimos de Caracas al anochecer y en siete horas de rodar sin contratiempo alguno, amanecimos en la ciudad de Barinas, una vez allí tomamos un vehículo que nos llevó a Barinitas, pasando luego por Altamira de Cáceres y finalmente a nuestro destino. Calderas. (su nombre es consecuencia de su situación geográfíca está ubicada en una hondonada tan redonda como un caldero).
A esa hora temprana todavía la neblina rosada por el tibio alumbrar del sol que se asomaba arropaba al pueblo.



Calle de Calderas


Calles de subidas y bajadas pronunciadas. Apenas a 50 m de la plaza Bolívar (única plaza) está situada la posada donde nos hospedaríamos. Casa colonial pintada de blanco, de tres niveles y muchos balcones con rejas de madera oscura, casi un museo por las muchas antigüedades que la adornan.
Un reparador desayuno criollo, cambio de ropa y guardar el equipaje y ya estábamos listas para nuestra primera excursión del día. El guía contratado nos llevaría por algunas de las muchas rutas para caminatas.
Calderas constituye el Eje Norte, el primero del Proyecto Bosque, bosque cafetalero donde las culturas son enlaces entre ellos y las áreas naturales protegidas de la región andina. Sus pobladores locales son gente de vida sencilla con preferencia en las familias por cultivar, secar, trillar y tostar el grano del café para su consumo propio y venta.
Al pueblo lo atraviesan o corren muy cercano a él varios importantes ríos de respetable caudal lo que permite al turista realizar el deporte de rafting (Río Siniguis)con rápidos de grado IV y V, la práctica del canyoning (Río Calderas) en muchas caídas de agua en el curso De su lecho quebrado deenormes rocas. Balnearios naturales (Río Santo Domingo).

Piedra del Patio

Uno de ellos en el centro del pueblo, “Piedra del Patio”, con seguridad se ha acondicionado especialmente para el disfrute de los usuarios, con senderos, kioscos y servicios públicos.
El sonido bramador de las aguas de este rio al correr y chocar contra las piedras, hace un ruido sordo y sonoro que se escucha con mayor claridad en el silencio de la noche.

Laguna Azul

En las afueras del pueblo conocimos algunos sitios de singular belleza tales como Pozo Azul cuyas aguas le dan el nombre y la Laguna Azul señalizada como mágica porque la leyenda dice que la persona que le visite y no sea de su agrado lo demuestra haciendo crecer sus aguas y desbordarlas. Ya ocurrió una vez.
Un recorrido al atardecer por todo el pueblo nos llevó a conocer su iglesia, pequeña y sencilla cuya patrona es Santa Rosa de Lima.


Iglesia Santa Rosa de Lima en Calderas

Calles empedradas y casitas de balcones tipo “cajón” muy de la época colonial.
Existen varios Miradores. Mirado de la Peña que lo cruza la quebrada Amarilla, el Mirador de Santa Rita, el de las Cascadas. Por razones de tiempo subimos al más cercano pero no el menos alto, desde su cima tuvimos una visión amplia de todo el pueblo y de las montañas que lo rodean, exuberantes selvas nubladas y selvas húmedas, varios ríos de diferente caudal lo rodean y atraviesan. Desde este balcón natural se ve espléndido en esta soleada mañana de domingo.
Nos quedaron muchas caminatas por conocer, la del Oso Andino, la de Los Alcaravanes, el sector San Román (1.220 m.s.n.m.)) al pié del Cerro Gobernador que lo custodia, pero lo haremos en otra oportunidad, porque Calderas en su área natural protegida de Los Andes es un pueblo que resguarda la cultura andina y la llanera a la vez y ello también es muy importante para nosotras.

Edilia en Mirador

Nos vemos en la próxima.

Edilia C. de Borges

Fotografías. Rosana Langerano

jueves, 25 de septiembre de 2008

Parque Nacional Península de Paria, Estado Sucre

Agosto 2007


Participantes: Edilia C. de Borges, Rosana Langerano, Thamara Gutiérrez y Marta Matos

Una de las cosas que hacemos cada vez que vamos de excursión, por cualquier región de esta bella Venezuela, además de tomar fotografías, adquirir experiencias y disfrutar nuestras vivencias, es recolectar de los lugareños todos los datos posibles referentes a futuras excursiones, por los lares que ellos mismos nos señalan o que nos llamen la atención, que luego pondremos en nuestra agenda para ponerle fecha de visita.
Esta vez, nos fuimos al estado Sucre. Nuestra meta específica era atravesar caminando por terrenos de parque nacional, la península de Paria de norte a sur. Salimos de Caracas en horas nocturnas en autobús público y sin pena ni gloria, y muy temprano en la mañana arribamos a la población de Irapa, donde ya nos esperaba la camioneta con quien sería nuestro guía.


Primero queríamos conocer el pueblo, no es muy grande y su espina dorsal la constituye el mercado frente a la playa. Es un pueblo de pescadores por ende su actividad comercial es la pesca artesanal, así que hacia allá fuimos, es un sitio feo, no puedo decir que ni siquiera pintoresco (Ojo, es una apreciación personal). Cuatro palos, un techo de palmas secas y un mugriento mostrador debajo de éste, es un tarantín (hay varios iguales) sirve para vender la pesca recién extraída del mar.
En la arena los hombres sueltan sus redes hinchadas de pescado, los seleccionan y de inmediato lo “destripan” por consiguiente hay una nube de moscas pululando, además de una “cuadrilla” de zamuros revoloteando por todas partes y se lanzan en picada sobre las piltrafas. Un río sanguinolento se escurre por la arena. Hay un hedor incómodo en el aire. Queríamos beber café y desayunar pero ante éste escenario, las ganas se extinguieron de raíz. Caminé hacia el mar donde los “zopilotes” dejaban un área libre, y ví que hasta el agua era fea, tenía color chocolate, aguas turbias que rompían en la orilla con espumas amarillentas.


Nos alejamos de ese sitio y encontramos el balneario, algunas solitarias palmeras tratan de alegrar el lugar, cerca unas instalaciones de cemento en forma de concha marina protegen la imagen de la patrona del pueblo. En contraste al visitar la única iglesia, quedamos gratamente impresionadas. Es bella una visión refrescante. Sus puertas de madera tallada es todo un arte, tomamos fotografías y decidimos marcharnos.
Estamos ahora en el Caserío Las Melenas, una sola calle principal encementada que rápidamente se transformaba en tierra apisonada con muchos huecos y grietas, baches profundos donde la camioneta serpenteaba para eludirlos. Luego de una “sacudidera” de más o menos 30 minutos, el camino termina en una colina suave y allí sobre ésta, se encuentra una sólida y blanca casa que data de 1952 donde nos hospedaremos. Niños se acercan curiosos. Es grata nuestra primera impresión alrededor hay hierba muy corta limpia, todo muy cuidado. El amplio y espacioso porche nos invita a colgar en él un chinchorro o a sentarse en una vieja mecedora en contemplación del entorno. Por un costado a lo lejos se divisa el mar, por otro las montañas.Adentro reina el orden y la limpieza es tangible, no hay lujos pero si comodidad. Arreglamos nuestras cosas, comimos y descansamos un rato. Luego hicimos una caminata corta de reconocimiento por los alrededores. En la noche después de la cena y de contemplar aquél cielo cuajado de estrellas, oyendo croar de ranas, con un millar de insectos pegados a las luces nos dispusimos dormir. Al apagar nuestras linternas, aquello era de una negrura palpable, no veía ni mi mano. El cielo escondió sus lucecitas y un “sustillo de miedo” se instaló en mi estómago. Agradecí en silencio, que una de mis compañeras desistiera de dormir en la habitación, arrastrase su colchón y lo pusiera al lado de mi chinchorro. Ahora tenía compañía, afortunadamente me dormí en seguida con un profundo sueño. Canto del gallo y piar de pájaros nos despertaron temprano, toda la noche llovió y una gotera indiscreta todavía caía del techo. Nuestro guía y anfitrión tomó la dirección de la cocina (y yo enojada) y ha preparado unas enormes y planas arepas de maíz. Eso, más el delicioso café que nos envió en un termo una señora del caserío y las delicias que nosotras llevamos, convirtieron el desayuno en un opíparo banquete. Y lo mejor fue que no me tocó lavar los platos.Alistadas con todo lo necesario comenzamos nuestra caminata. Un senderito angosto se adentra en al selva nublada, el sol casi no calentaba. Detrás de nuestro guía, poco a poco caminamos en perceptible ascensión. La variedad de flora es impresionante. Edgard nuestro guía, nos señala con nombre y característica cada planta. Este hombre sencillo, gentil y amable tiene 16 años en éste sitio, es autodidacta, maneja y supervisa la zona, la conoce palmo a palmo de tanto recorrerla. Nos dice que la Península de Paria tiene una extensión de 37.500 hectáreas, que su mayor altitud es el Cerro El Humo con 1.350 m.s.n.m..
Nos señala la bromelia “Guzmania Linguilata” y acota que de ésta área es el retoño que se sembró por primera vez en el Jardín Botánico de Caracas, Plumaje Planacea, Guzmania Membranacea. Vrieseas. El colibrí Tijereta, el Fanfan gargalinblanco, la Candelita de Paria, la Pipiola Formosa. Cada recodo del camino, cada árbol, un minúsculo insecto, una libélula. Nada se escapa de su vigilante mirada. Él pisa primero y nosotras seguimos sus huellas.La selva virgen es hermosa, misteriosa y atrayente. Hipnotizada contemplo tanta bellezura y conmigo mis amigas. Sin embargo el hechizo de repente es roto por ráfagas de fuerte viento. Las copas de los árboles se mecen con violencia, el bosque queda silencioso, sólo oíamos el susurrar fuerte del aire entre las ramas. El área de por si brumosa y fresca , se torna fría y oscura, rayos intermitentes cruzaban el espacio seguidos de estruendosos y asustadores truenos. Mi corazón palpita con fuerza y me sorprende ver la expresión ansiosa en los rostros de mis compañeras, que debe ser la mía también. Ya llevábamos varias horas con un buen trecho recorrido en la montaña. Sin embargo Edgard hace valer su experiencia, prudencia y responsabilidad. decide que no seguiremos adelante, debemos regresar de inmediato. Eso hacemos y mientras desandamos el camino, gruesas y heladas gotas de agua comienzan a caer sobre nosotras convirtiéndose en una fuerte y pertinaz lluvia. Se dificulta la visión con la bruma que exhala el suelo. Sorteando obstáculos, empapadas y sucias llegamos de nuevo, al fin a la seguridad de la casa. Supimos luego que una onda tropical con visos de huracán recorría el noreste del país, estábamos en su ruta. Sabia decisión de nuestro guía el devolvernos.Lo que restó de la tarde nos sumó en un silencio contemplativo de la fuerza de la naturaleza. Al día siguiente hubimos de esperar un buen rato para poder pasar hacia el poblado. La carretera se había hundido por algunos sitios y por otros la habían cubierto sendos derrumbes. Los lugareños casi todos son familia, como uno sólo se unieron y entre todos despejaron la vía. Ya teníamos paso. De regreso bajando la cuesta pude observar rutilante el Golfo de Cariaco y una gran línea costera con el brillante mar de fondo. Pensaba: “ habrá que volver a terminar lo comenzado. Sí, regresaremos pronto y atravesaremos caminando la Península ya dejamos instaladas las bases para ello. Pronto.”

Edilia C. de Borges

Fotografías: Rosana Langerano
Excursión Colonia Tovar-Geremba-Pico Codazzi


20 de junio de 2006


Hola amigos todos, les cuento:


Pues sí, los excursionistas nos repartimos en vehículos particulares y salimos en caravana, temprano porque es de todos sabido que ir a esa zona los domingos es encontrarse con una soberana cola de tráfico. En la subida de La Yaguara recogimos a dos amigas. Hicimos una paradita por supuesto para comer golfeados, sería imperdonable no hacerlo, no saben igual en Caracas..Estaban calientitos, con el papelón rallado mezclado con hilos de queso derretido. Exquisitos..

Estamos ya en el Municipio Tovar del Edo. Aragua, dentro del Parque Nacional Macarao. Dejamos los vehículos estacionados en una bomba, caminando seguimos un poquito por la carretera y en cierto sitio a la derecha, Sven nos indica que entremos en el bosque, parte de la sierra de Geremba (algunos la escriben con "J") es una montaña hermosa. Eso sí empinadita ella. Creo que no todos los que fuimos tenían idea de lo que encontrarían, por ello fue mucho el "resbalón" y las cuasi-caídas que tuvieron algunos. Aunque ello no justifica el agarrarse-limpiarse en la indumentaria de los otros. (Anjá me di cuenta, no?) Claro el terreno no ayudaba mucho, por el lodo que había en algunas partes, pero en general el piso era un "colchón de turba" y había muchas ramas donde agarrarse. Pero de que alguien fue a dar al suelo, lo fue. sólo con la dignidad herida y el pantalón sucio. Estaba sumamente cerrado el camino y nos devolvimos. Puedo dar fé que las muestras botánicas que se trajeron, estaban caídas en el suelo. Salve la parte.



Luego en los carros subimos hasta lo alto de la montaña que tiene 2.280 m.s.n.m-. Allí están ubicadas unas instalaciones de Sistema Meteorológico de propiedad oficial. La reja estaba cerrada, la garita de vigilancia desierta y sólo 4 ejemplares caninos nos recibieron con gran algarabía de ladridos de altos decibeles (por suerte para mí, estaban detrás de la reja).
Bajamos ahora la Colonia Tovar donde teníamos una cita con el agradable y simpático Peter Vareschi, quien nos explicó su proyecto con lujo de detalles y nos llevó a conocer el sitio donde piensa ejecutarlo. Ojala que se haga realidad lo más pronto, Avepalmas en la persona de su presidente se comprometió a ayudarlo.



Después de un buen rato de deliberaciones, exposición de pro y contras, se decidió cumplir con el último objetivo de ese día, subir el pico Codazzi. No todos los compañeros estaban de acuerdo por una u otra causa, así que algunos se quedaron en La Colonia, mientras los demás nos ejercitábamos.

Subimos seis, tres de nosotras (Rosana, Thamara y yo) fuimos las guías y madrinas del bautizo de Sven, Marta y Orlando a la cima (2.429 m.s.n.m.). Pero hay que acotar con justicia plena, la gran ayuda que nos prestó Thamara que fue como sigue: La entrada a la senda que sube está escondida entre vegetación a un lado de la carretera que va hacia La Victoria, hay que buscarla con acuciosidad, lo primero que una se encuentra es una piedra bastante resbalosa, mojada y hasta con limo verde, hay que agarrarse como desesperado al tronco de un árbol que está a un lado e introducir los pies en hendiduras en la roca, sin embargo Thamara , quien subió primero, hubo de darnos la mano, el empujón final y hasta sus pies de apoyo para poder subir con bastante dificultad. Orlando quiso "alardear", digo, no quiso molestar, e intentó subir sólo y ¡fuiiiiiio¡ se resbaló por la piedra cual mantequilla en sartén caliente...Susto que nos llevamos. Menos mal que el piso donde cayó de pié estaba cerca y no hubo ningún daño....
Bueno,así seguimos hacia arribita con cuidadillo, poco a poquito, porque aquello era un "jabón" en algunas o casi todas partes. A Sven, casi que hay que "amarrarlo". Ah hombre para tozudo, caminar rápido y dejarnos atrás. En cierto momento vi hacia atrás y pude ver la cabeza de Mathías en el camino, no lo vi más, después él me confirmó que había comenzado a subir pero hubo de devolverse.



Con aquella neblina, un aire friíto, el paisaje precioso, el ascender era un poema. Dejamos que Sven, Marta y luego Orlando, pisaran la ¡Cumbre! y saborearan con deleite el placer del éxito de su esfuerzo..
Había bastante brisa, y ya en reposo nuestros cuerpos comenzaron a enfriarse, así que almorzamos rapidito y bajamos de nuevo. Uno que otro resbalón sin consecuencias y en media hora estábamos en la carretera en nuestros autos. Esperamos allí a los compañeros faltantes y ya reunidos tomando vía La Victoria, para evitar las consabidas colas de 4 horas de retraso por La Colonia, nos regresamos a Caracas.

Otra excursión sumamente valiosa en docencia botánica, agradable y simpática por la compañía de los amigos.

Nos vemos en la próxima,


Edilia C. de Borges

Fotografías: Rosana Langerano