sábado, 30 de agosto de 2008
jueves, 28 de agosto de 2008
Esa misma visión tuvimos mis amigas y yo cuando nuestra lancha un radiante día domingo se acerca a sus playas..Esa misma visión apreciamos..Un pequeño poblado se ha asentado allí. Al norte el insondable mar y al sur el bosque húmedo tropical. Gente sencilla, pescadores en su mayoría...
Llegamos al embarcadero y al caminar hacia el poblado, obligatoriamente tenemos que pasar por una pequeña plaza donde la estatua del gran navegante, se yergue ante nosotras con un dedo amenazante hacia el horizonte. A su lado un tetraedro erigido en el 500 aniversario del descubrimiento, nos cuenta su historia.
Ruinas de una antiquísima aduana, resguardo de botes, nos contemplan por los obscuros ojos de las ventanas de oxidadas y desmadejadas bisagras. Más allá un cobertizo amplio de zinc, sirve de depósito para el generador que mediante gasoil, aún en pleno siglo XI provee electricidad a los habitantes…Cuando se termina el combustible, también se apagan las luces..Al menos hasta que lo traigan de Guiria, pueblo a 2 horas de navegación. No hay carretera.
Bordeando un pequeño sector de la playa, un bulevar de cemento poco a poco se desmorona con el oleaje, nadie se inquieta por ello ni parece importarle…
Blancas sus paredes, con jardín engalanado por Flamboyán, una pequeña iglesia llama a los peregrinos. La escuela amplia de salones aireados y patios sombreados donde alegre resuenan las voces de los muchos niños….
Tiempo atrás alguien se preocupó de reunir cosas interesantes, objetos, recuerdos, documentos. Los recopiló e instaló un museo, para que los habitantes conocieran de sus ancestros..Pero el vandalismo lo saqueó, acabó con todo…La casa de bahareque se deshace, mustia y silencios...
Casitas sencillas y pintorescas se sostienen entre sí en calles (muy pocas) encementadas. Nos sobresaltan en las tardes la humareda de fogatas en las mismas, pero es solamente la basura que los lugareños sacan hacia la cuneta y allí la queman…
Paseando por la orilla del mar, nos encontramos con unas instalaciones metálicas en ruinas, rindiéndose ante el tiempo y el salitre que carcome sus bases..Proyecto comercial se dice, de un mejicano con visión de futuro mercantilista. Instaló acá una procesadora de yeso, aprovechando el rico yacimiento que en la montaña cercana al mar existía…Escuela, viviendas, hospitalito, parques, capilla…, todo un conjunto de servicios para el personal que allí trabajaría…Pero no “cristalizó”…Del porque hay muchas razones..Pero lo cierto es que el inversionista dejó todo abandonado y se marchó del país. Lástima, hubiese sido una empresa generadora de empleo..Sus estructuras hoy son refugio de animales y desamparados. Caminamos por el pedregoso lecho del río, seco por el fuerte verano..Sin embargo su belleza no se empaña por ello, a su vera se alzan magníficos ejemplares de Cedros, y una variedad florística; Usando la imaginación oímos y vemos correr sus aguas. Y justamente curiosas por saber de donde le llega a los moradores el agua potable, indagamos y al fin conseguimos un guía, mañana disiparemos esta inquietud.
Nos levantamos temprano, pero aquí la gente no conoce la prisa. Un buen rato esperamos en el único restauran existente en una modesta casita. Desde el salón donde están las 4 mesas puedo ver la cocina. Una matrona “entradita en carnes”, morena afable y de merecida reputación culinaria (su especialidad es “la bola de plátano”), tranquila, calma, nos prepara unas empanadas de pescado que se acompañan con café ”medio cerrero”, sin leche.. Listas…con el guía adelante vamos hacia el final del pueblo donde sólo hay una última casita..Las personas nos observan, hablan entre ellos, nos sonríen y contestan nuestro saludo. Thamara, cual hada, reparte “chupetas” a los niños…Dejamos “la civilización” y entramos en el bosque. Por una avenida natural de tierra apisonada, las frondosas copas de los altos Samanes florecidos la sombrean. Algunos “lloran”con lágrimas de barbas epifitas, la avenida se transforma en sendero en zigzag que asciende suavemente, nos desviamos un poco de él para llegar a “la Toma”..Ya conocimos el secreto..El río que baja de la montaña se represa en un estanque construido por el hombre, de él sale una gruesa tubería y pasa a otro embalse cerrado para “ser tratada” y posteriormente llega al pueblo saciando la sed de sus habitantes.
Regresamos al camino original y continuamos la subida. Pero no estábamos preparadas para el espectáculo maravilloso con que nos encontramos: “Vuelta Larga”, es el nombre de esta montaña. Parecía que se hubiesen preparado escenarios para nosotras. Un sector todo de color ocre, las hojas coloridas desnudan los árboles y cubren el suelo, crujiendo bajo nuestras pisadas. Luego amplias zonas de manchas rosadas..Compiten en altura Bucares, Cedros, Jabillos, Pardillos, Carapo. Cucharones. Variedad exuberante de hermosos árboles. De un tronco caído se desliza una serpiente..Trinos de invisibles pájaros…Desde la altura donde estamos vemos el pueblo completo y hasta la vecina isla de Trinidad.
Pasado un rato descendemos, el guía nos enseña un lugar donde bañarnos en el río. Sabemos como regresar solas. Él se despide y nos deja…Nosotras disfrutamos del agua fría en una reconfortante baño, los pececitos juegan sobre nuestras extremidades. Paz y armonía con la naturaleza…
Queriendo conocer otros sitios, allí toda la geografía es bella, utilizamos la lancha y en diferentes oportunidades conocimos varias playas: San Fco. de Uquire, Mejillones, Pargo, Don Pedro, La Palma..
Cada una de ellas tiene un peculiar y distintivo encanto y hermosura. Un cementerio infantil, escondido en el monte, llama mi atención por la policromía de sus tumbas…Agua de coco amarillo de sabor dulce y ambarino aspecto..Delicioso dulce de coco y piña…Inutilmente buscamos las plantas de “Clavo” y la de “ Nuez Mozcada”…
Noches en Macuro: Sosiego...Rumor de oleaje que acompaña nuestro sueño. Amables, serviciales y amistosas, las personas entretejen su grata conversación con la nuestra. Ansias de agradar derrochando hospitalidad y gracejo. Rosana desde su “chinchorro” otea el brillante cielo y nos señala constelaciones y estrellas…
Hermosos placenteros días los que disfrutamos en Macuro. Un pueblo lejano de Venezuela, pero muy cercano a nuestros corazones y de agradables recuerdos de vivencias en él, te espera.
Nos vemos en la próxima
Edilia C. de Borges
miércoles, 27 de agosto de 2008
La casa más cercana al final del camino se encuentra sobre una loma y nosotros desde allí podemos ver nítidamente una cadena de montañas al lejano frente..Señalando hacia allá, se nos indica que debemos seguir la ruta hacia el caserío “La Providencia”. Agradecidos nos despedimos y de nuevo en el auto tomamos rumbo a donde se nos señaló. Otra vez carretera de tierra, ascendiendo una cuesta, pasamos frente a un terreno que una joven muchacha, su hijo y el abuelo con agilidad desbrozan. Un área de gramas altas y hierbas invasoras, preparando el terreno para la siembra. Bajo un sol abrasador y con calor bastante fuerte proseguimos hacia arriba, un acre y desagradable olor invade el ambiente. Emana de un campo donde algunos hombres se afanan preparando la tierra para el sembrado, el olor es del abono orgánico que utilizan excremento de pollos. Enfrente del terreno se levanta una casita muy pequeña, apenas casi un galpón hecho con bambúes, pulcra y muy bien hecha. Esta cuidada por un amable anciano que sale a saludarnos y de paso nos da útiles informaciones.
Seguimos rodando siempre en ascenso por la colina hasta llegar a un gran terreno plano terraceado, donde se construirá una iglesia costeada por los moradores del lugar, trabajan muy duro para ello. Son gente sin mucho poder adquisitivo…Bajamos un poco y nos encontramos un amplio patio de tierra muy sombreado por árboles frondosos, una casita pequeña de bahareque habitada por la familia Díaz, cuya cabeza y líder es una señora anciana de carácter fuerte, vigorosa, que rapidamente nos da información y nos “saca” información. Agilmente. Vemos con genuina sorpresa que en una de las paredes está colocado un afiche del Ministerio del Ambiente, de muy cercana data, la señora nos explica que el día anterior le visitaron para ofrecerles talleres y colaboración para las siembras..Se nota que esta gente está luchando tenazmente para mejorar la calidad de vida, de ellos y de sus vecinos.
Pensamos que bien podemos instalar aquí a mediano plazo un vivero..Estamos en la zona de .La Providencia . Desde esta altura podemos observar toda la comunidad del mismo nombre.
Nos permiten dejar nuestro vehículo estacionado aquí. Son las 10.45 de la mañana Nos alistamos con nuestros morrales y comenzamos a caminar con la esperanza de llegar a la cima del Topo Golfo Triste. Apenas unos metros por lo que es una senda abierta por un tractor, nos adentramos hacia la montaña por un sendero que bordea los últimos sembradíos en parcelas cortas (flores, cebollín y maíz). Terrenos en pendientes, no muy extensos.
Siempre subiendo (solamente encontramos en este trayecto una casita desierta, donde un columpio rústico y triste , cuelga de las ramas de un árbol. Proseguimos hasta donde encontramos un tanque australiano: “La Toma”. Se surte de un fuerte chorro con agua que sale de una gruesa manguera y que no sé de donde viene, y del tanque a su vez, salen siete mangueras que riegan los sembrados alrededor. Nosotros sudados y acalorados por el ejercicio y el sol en la subida, con avaricia nos refrescamos con el agua fría…Un solo árbol, es centinela del precioso líquido.
La subida que venimos haciendo es fatigosa no por la altura, apenas estamos a 700.m.s.n.m., sino lo es porque es terreno despejado de sombra alguna, es vegetación corta y casi toda de maleza. El sol sin miramientos lanza sus ardientes rayos sobre nuestras humanidades…Tomamos fotografías aprovechando el breve descansito…
Prosiguiendo el camino nos adentramos ahora sí en el frescor del bosque..Lo primero que encontramos es una zona donde imperan las flores de Riqui-Riqui (Heliconia bihar), estamos a una altitud de casi 900 .m.s.n.m.y son las 11.00 a.m. Su alegre color rojo las destaca con descaro entre la verde vegetación.. Salimos del claro y seguimos caminando sendero arriba, lo hacemos despacio pero no cansinamente..Un árbol llama nuestra atención, pués se yergue sólo a un lado del camino, pero lo interesante es que está totalmente florecido con flores rosadas y de sus ramas también cuelgan algunas vainas pequeñas de color verde..Alborozada yo dije: ¡Vainitas!.(ignorante yo), Rosana dijo; “pués hombre no, habichuelas”..La mozuela también se equivocó. Ninguna de las dos Comenzamos a vislumbrar las maravillas que este bosque nublado nos depara..Cada tanto nos detenemos para oír las sabias observaciones de Sven, que a ratos encuentra un espécimen de planta no muy prolífera en otras zonas.. Nos llama la atención sobre esto y nos da detalles..Son muchas y variadas…Desde altos árboles…..”Cucharones”, de gruesos troncos, esbeltos y gráciles helechos arborescentes, elegantes ejemplares de palmas que nunca vi, bromelias en los árboles o en el suelo donde han caído, orquídeas, epífitas, rastreras, arbóreas. Barbas que cuelgan , lianas que se mecen,…flores extrañas, mariposas que parecen burlarse de nosotros en su rápido vuelo…Todo un paraíso para la botánica. Mis amigos y yo, humildes mortales observadores, nos doblegamos con sinceridad ante tanta magnificencia…Es un bosque virgen o al menos lo parece . Oímos sólo el desmenuzar del terreno o el crujido de las hojas secas en el piso, bajo la presión de nuestras botas. El débil susurro del viento nos acompaña. El denso y tupido techo que forman las copas de los árboles no da paso al sol, es así que una suave penumbra es la constante que nos arropa.
De improviso la magia se rompe, un desagradable espectáculo está enfrente nuestro: una zona desmalezada completamente, manos humanas han cometido ecocidio..Un árbol, fuerte, vivo, ha sido abatido sin piedad , una sierra de la cual vemos todavía la marcas en la madera nos lo confirman, lo han talado y convertido en franjas delgadas que están apiladas a un lado listas para ser transportadas…¿Cómo?, ¿Por dónde?...No importa, el gran mal está hecho, que tristeza..El serrín cubre el piso, el ácido olor de la madera en descomposición me marea. El sitio está ahora solo, pero encontramos las huellas de los no-pensantes que hicieron este acto repudiable..La basura los delata, porque ni eso pudieron hacer, llevársela….
Pero la realidad se impone, vemos el reloj y con sobresalto nos enteramos que son las 2.30 p.m. Es hora de regresar, aún cuando el altímetro nos indica que todavía faltan 500 metros para coronar la cima…Pero el tiempo puede cambiar, necesitamos además un machete para desbrozar el camino que se está haciendo enmarañado, con seguridad si seguimos nos alcanzará la noche…En consenso decidimos regresar..Volveremos en dos semanas para concluir nuestro periplo..
Notable que durante esta travesía Sven descubrió, cuatro especies nuevas de plantas y algunas en peligro de extinción…Cuando volvamos lo haremos con un botánico que validará este descubrimiento…Además que hicimos acopio de muchas variedades de semillas..
Con la magnífica orientación que la brújula le da a Sven, retomamos el camino de vuelta..El GPS no funciona en el bosque tupido sin antena especial. Bajamos, un breve descanso para merendar algo y muy pronto estamos de nuevo con la familia Díaz , con quienes quedamos de acuerdo para el regreso al sitio. Con el compromiso de llegar a la cima de ambos Topos; Golfo Triste y Curucutí, nos despedimos…
Edilia C. de Borges
Fotografías: Rosana Langerano
miércoles, 13 de agosto de 2008
La Sima "Ña Placida"
Hola amigos todos, les cuento
Fue tan interesante nuestra última exploración al “interior de la tierra” (Cueva El Peñón), que mis amigas y yo no dudamos en aceptar el reto de explorar una sima. Así que simplemente nos equipamos con todo lo necesario para ese tipo de aventuras, sin importar que mi casco fuese recuerdo de una pasada campaña política (no digo que año), o el de mi amiga fuese de ciclista. El asunto era protegernos de los “golpes” con techo y paredes sólidas. Bien entonces ya listas, salimos de nuestro sitio de reunión en Caracas tempranísimo, se nos recomendó porque el camino era largo. Cuando llegamos a la plaza Bolívar de Charallave, ya nos esperaba Teobaldo Alvarado y sus hijos Aníbal y Lisandro, después se nos sumaron tres profesores universitarios y un menor de 11 años, “bien pilas”. Abraham.
El sector de montaña donde se ubica esta sima es bastante retirado de la ciudad, así que subimos en un transporte, que nos hizo el “acercamiento”. Mientras subíamos por la carretera de tierra, admiré el extenso panorama a nuestros píes, Charallave, Cúa, otros caseríos menores, la cadena de montañas de
La entrada donde nos encontramos no es muy ancha y se estrecha al entrar, el techo no es muy alto y se observa una muy pequeña claraboya. De inmediato se bifurca en dos direcciones. Hacia la izquierda se caminan unos pasos y si no se tiene cuidado de inmediato caerá hacia un brusco hueco, que con la luz de mi linterna no veía el fondo, el saliente donde me encuentro se siente algo frágil, salgo de allí. Hacia la derecha hay un pasaje angosto, hay que contorsionarse bastante para atravesarlo acostada, luego un espacio plano no muy extenso y de seguidas otro túnel más angosto aún. Se puede oír el eco de las voces de las personas que han bajado por la sima al otro lado. Paredes y techos en esta oscuridad semejan bocas y garras de animales grotescos y espeluznantes. No es un recorrido muy largo hasta donde se puede llegar, salimos del área y bajamos para ver si ya la poblada se ha ido y poder bajar nosotros. Pues sí, se marcharon. Somos dueños del terreno.
Vista desde afuera es fantástica, impresionante portal, la luz del sol penetra un poco e ilumina parte de las paredes con una coloración de concreciones, debido a muchos factores tales como la presencia de óxidos metálicos o material orgánico. Gruesas estalactitas cuelgan del techo, millones de años han pasado para éstas creaciones de agua y roca se formen, son presencias etéreas y poderosas. A veces se han unido con estalagmitas creando columnas, obeliscos, de color blanco, azulados, verdes traslúcidos. Mis ojos “beben” con deleite tanta bellezura. Mi amiga y yo nos sentamos en una gran roca plana y sumergiéndonos en el silencio comulgamos ante aquel reluciente despliegue de hermosura. En el centro de todo aquello la sima oscura y misteriosa invita a una peligrosa aventura.Y ésta comienza ahora. Dos grandes, gruesas y sólidas raíces de un árbol se introducen desde el techo, por entre las piedras.
En un costado de la orilla de la sima, afianzándose en el piso abajo. Precisamente están al borde de la fosa, los guías han aprovechado para amarrar de ellas un grueso mecate, reforzando con algunos palos altos. Todo esto sirve de apoyo en la bajada. Serán escasos metro y medio, para bajar sólo se requiere manos firmes y fuertes, fuerza en los brazos, precisión en colocar los pies en precario apoyo y cero miedo, (esto es lo más difícil para mí). Ya adentro al pisar el suelo y mientras el corazón se dispara en sus latidos, una muy leve luz apenas nos alumbra, ayuda al principio, pero muy pronto se sustituye por la luz de las linternas. Se comienza a bajar hacia el corazón de la tierra. Chillidos de murciélagos, el murmullo de una imprecación o el sonido gutural de admiración es lo que se escucha. Lo demás es silencio, un vasto silencio. La bajada se prolonga por bastante distancia hasta que el guía dice: Hasta aquí llegamos. Más abajo se torna en vericuetos muy difíciles. Sin embargo, con todo lo visto: facetas que brillan como diamantes al darles el rayo de luz. Salones y galerías de increíble hermosura, un viento frío sopla por el pasadizo. De tanto en tanto el guía se detiene para enseñar y explicar algún detalle. Comenzamos a desandar el camino. Ahora la salida de la sima es como más fácil. Arriba, Abraham, el niño que nos acompaña y que trepa como un mono, sonriente y feliz me enseña sus tesoros, recogidos en el piso de la sima: Una estalactita trunca como el cono de un helado, intento hacerle trueque por dulces, pero no es tonto, se niega. Sólo nos resta ahora tomar la fotografía de todo el grupo, juntos sonrientes exploradores y guías.
Esta mañana salimos de Caracas a las 6.30 de la mañana, estamos retornando a nuestros hogares a las 7.48 de la noche. El correr del tiempo no lo notamos, se nos hizo breve para todo lo que resta por explorar aún, pero ha sido suficiente para un maravilloso día.
Nos vemos en la próxima,
Edilia C. de Borges
Fotos: Rosana Langerano F.
Posteado por: Oscar H. Mattey
viernes, 8 de agosto de 2008
La Ruta de las Palmas
Hola amigos de la montaña, les cuento:
Son las 7.30 de la mañana de un sábado, varios miembros y amigos de Avepalmas nos hemos reunido con sendos vehículos en el Jardín Botánico en Caracas. Somos once entusiasmadas personas que recorreremos
Siendo un día feriado el tráfico está muy denso al tomar la autopista hacia
Nuestra primera parada fue en el Núcleo de
Continuamos por
Ya estamos en
Desde allí mismo continúa un camino que atraviesa un bosque primario, con un palmetum pequeño donde sobresalía “
La posada es un sitio acogedor con cabañas y servicios para personas que buscan soledad, tranquilidad, arena, sol y mar.
La montaña llega a la orilla del mar, hay algunos cocoteros y en ella existe un senderito que mis amigas y yo lo seguimos entre cactos y piedras, hasta llegar a un espectacular mirador natural, donde nos extasiamos tomando fotografías. Bajamos y descansamos luego en mullidos sillones frente al mar, pero tuvimos que huir de allí, porque se levantó de pronto una brisa muy fuerte que hacía volar “montones” de fina arena que se colaba por todas partes, muy incómodo.
Llegamos a la población de Osma, donde se ubica otro vivero que no pudimos visitar por estar cerrado. Seguimos ahora a la población de
Sumamente organizado el palmetum de
Proseguimos nuestro viaje a Caruao, caía la tarde cuando llegamos allá, el sitio es el Campamento Aventura Caruao, el aviso en la puerta lo señala, un campamento ecológico propiedad del Dr. Omar Domínguez y atendido y administrado (con mucho acierto), por su sobrino Raúl Rojas Domínguez.
Su recibimiento fue bastante grato y de inmediato nos instalaron en sendas habitaciones, sencillas, pulcras, cómodas y funcionales. Una vez refrescados, el amigo Domínguez nos invitó a un recorrido por la plantación. En ella tiene la mayor cantidad de especies que hay a la fecha en Venezuela.
Cada planta que observábamos, nuestro guía se explayaba en informarnos sobre sus características y origen. Resultó además de entretenido, sumamente educativo e interesante.
Terminado el recorrido, mis amigas y yo nos separamos del grupo y acompañadas por Raúl, fuimos a conocer el cercano río.
Vaya sorpresa, aunque no es caudaloso ni profundo, el agua corre con ligereza, pero la maravilla es que en son aguas termales.
Amables y diligentes nuestros anfitriones se “desvivieron” con sus atenciones. El reposo posterior cada uno lo hizo a su manera, conversando, leyendo, jugando cartas y hasta solitariamente sentado contemplando el cielo.
Al día siguiente, un poco jadeantes después del copioso desayuno, guiados por Omar subimos una pequeña colina situada detrás de las instalaciones, donde está el tanque para el agua, y allí pudimos contemplar y fotografiar toda el área del campamento. Magnífica vista aquella.
Bajamos y ahora nos dirigimos hacia el Palmetum hoy día propiedad de Omar), de nuestro miembro honorario, fallecido, Hany Gibson. . Muchas palmas adultas, que me dejaron “boquiabierta” por su altura, frondosidad y antigüedad. Algunos árboles frutales y heliconias completaban el espléndido cuadro.
Está como encerrado en un rincón, entre grandes peñascos y el bosque. Me di un rico baño, mientras mis amigas prefirieron embadurnarse con barro termal, más abajo en el río. Pasado un rato me reuní con ellas. Resultó bastante relajante luego de la fría agua del pozo, acostadas en la negra arena y aletargadas con la temperatura variable del agua, estuvimos mucho rato hasta que oímos a los compañeros que nos llamaban. De nuevo en el campamento, arreglamos nuestras cosas porque era hora de partir, nos despedimos agradecidos por el maravilloso trato y tristes por abandonar el lugar tan relajante.
Almorzaríamos en el pueblo de Chuspa muy cercano. Al llegar ahí fuimos a conocer la playa, la cual estaba llena de bañistas (que envidia), el mar me llamaba, pero no había tiempo para un baño. Será en otra oportunidad.En un modesto restoran comimos, las amigas sopa y pescado del lugar y yo un plato de tostones, no me gusta el pescado. Sólo disfruto viéndolo nadar en el agua.
De nuevo en la carretera, cuando pasábamos por los caseríos, en varias puertas de las casas, las señoras instalaron un puesto de ventas de dulces caseros, cuya base en su mayoría era el coco. Hice buena provisión de ellos. “Divinos” los besitos de coco, las polvorosas, los suspiros, la torta bejarana, la de coco, la de chocolate, la melcocha, los coquitos rojos, blancos y dorados, el bienmesabe. ¡Hummmm!.
Esta carretera recorre zonas de Barlovento y por cuestiones de políticas, la mitad es de tierra y la otra encementada… Que cosa.
Llegamos a Carenero y luego a Higuerote, donde está el último vivero a visitar, es la casa de otro miembro Orlando Santana. En poco terreno Orlando ha sabido distribuir la siembra de algunos ejemplares de distintas especies de palmas, entremezclándolas estratégicamente con otras plantas, logrando diseñar un jardín hermoso y espacioso, como marco a su confortable vivienda. Amable la señora de la casa nos ofreció jugos y frutas naturales.
Sin embargo nuestro deleite fue opacado por la cantidad de focos de incendios que veíamos por doquier, inclusive lejísimo en la fila de las montañas. Por momentos la visibilidad se hacía nula debido a la humareda que se levantaba de incendios cercanos a la vía. Triste como se pierden nuestros bosques.
Todavía con luz diurna llegamos a la capital, donde cada uno tomó rumbo a su casa.
Fue un fin de semana diferente, bastante agradable, didáctico e interesante, aunado a la grata compañía de los amigos.
Nos vemos en la próxima.
Edilia C. de Borges
Fotos: Rosana Langerano
Posteado por: Oscar H. Mattey
jueves, 7 de agosto de 2008
El Lago Guanoco
Participantes. Rosana Langerano, Thamara Gutiérrez
En cada viaje que realizo, siempre encuentro alguna persona que conoce sitios olvidados por el tiempo. Según como me “lo pinten” de interesante captan mi atención aventurera y curiosa. Esta vez la palabra clave fue “Guanoco”, mientras oía a Daniel explayarse, sonó un tilín en mi mente y la vergüenza afloró en mi rostro. Claro, cuando allá por el “año de la pera” estudié 6º grado, en la materia Geografía, la maestra habló del “Lago de asfalto Guanoco” como el más extenso del mundo, ubicado al oriente el país, en su extremo sur, en el Municipio Benítez. Y “aunque Ud. no lo crea”, hoy sigue siendo el más grande del mundo en reservas (estimadas) en más de 75 millones de barriles y una extensión de 4 Km2. Recordé que había leído que a principio del siglo XX fue explotado por una empresa estadounidense,
Así que a mi cuento: No me costó mucho contagiar mi entusiasmo a mis compañeras de aventuras, así que nos pusimos “manos a la obra” para organizar el viaje: verificar fechas, transportes, horarios, bártulos y enseres. La ruta era problema de mis contactos con baqueanos y guía.
Salimos el viernes en la noche. Fabuloso el recorrido Caracas-Carúpano, por ser temporada baja había poca afluencia de pasajeros y mayor organización en el Terminal de autobuses. Con bastante comodidad saliendo a las 8:30 pm a las 9 horas ya estábamos en Carúpano. Apenas las 5:30 a.m., nos quedamos sentadas en el Terminal y las primeras clientas que tuvo la vendedora de café y empanadas de cazón o chorizo, fuimos nosotras. Ya a una hora más decente, tomamos un taxi que pasando por el pueblo de El Rincón y El Pilar, nos llevó al sector Guarúno, donde vive Daniel, nuestro guía. A el todavía le faltaba hacer unos arreglos, así que lo esperamos descansando en los chinchorros. Almorzamos en el restaurante de “
En una de las curvas del camino, me sorprendo al ver brillar las aguas de un Caño, se llama “Ajíes” cerca de un caserío también de ese nombre. Se destacan árboles florecidos de Bucare, Araguaneyes y Cedro dulce (primera vez que lo veo), se trata de un alto árbol, en al copa se juntan las ramas y encima de ellas las flores, de color morado. Existen muchos en el camino.
Pasadas unas 2.30 horas llegamos al decaído pueblo de Guariquén. Lo usual: una calle polvorienta principal, la plaza, la estatua del prócer, la iglesia (visitada por el cura cada 15 días), escuela, bodega, expendio de medicinas y no vi ni ambulatorio, ni cementerio. Caño Guariquén.
Antaño sus habitantes sólo fueron indios wuaraos, que cazaban, pescaban y trabajaban artesanías, hoy esa cultura se perdió, apenas uno que otro realiza tejidos no muy llamativos, los demás pasan el tiempo jugando dominó y bebiendo licor. Que pena. Llegamos allí a mediados del mediodía, al frente de la calle principal., se ve una laguna bastante grande y de aguas turbias, con un angosto embarcadero, lanchas y canoas amarradas apostes y meciéndose al vaivén de las olas, todo un espectáculo para tomarle fotos al rojizo atardecer.
Este caño presenta un fenómeno natural cada 6 horas con ½ h. de intervalo, la marea, y el agua se retira
Nos quedamos esa primera noche en la casa de Zoraida “
Eran las 8:00 a.m., nosotras acompañadas del baqueano con su burrito “Bochinche” y del perro “Globo”, porteadores y guía comenzamos a caminar. Salimos del pueblo y tomamos “la trocha” o camino de tierra, al llegar a cierto punto nos separamos, dejando que Bochinche y acompañantes siguieran por allí, con muchas subidas y bajadas. Para evitarlas, a nosotras el “El mocho Gregorio” por otro sendero nos internó en el bosque. Daniel, Pablito (quien de todo sacaba un hilarante chiste), Silverio (un andino importado). Todos armados con chopos, machete y hasta un revólver, como protección por la sorpresiva presencia de algún felino u otro animal y también para cazar. De hecho nos encontramos con 2 cazadores que habían abatido a dos jóvenes machos (lamentable, no se les ocurre pensar que esa acción, sólo acarrea la extinción del animal), pero es su costumbre, cazar para comer. En éste bosque húmedo tropical abunda la fauna, entre otros viven allí lapas, dantas, venados, pumas, tigres, jaguares, chigüires (casi extintos) morrocoyes, cachicamos, monos araguatos, cuchi-cuchi, puerco espín, numerosas aves: 5 especies diferentes de colibríes, tucán. Se oyen trinos, cantos de pájaros, sonidos guturales y ásperos, todo un concierto heterogéneo de sonidos y la vista se deleita con las flores, helechos arborescentes, palmas, heliconias, marantáceas, orquídeas y bromelias. También decepcionantes colinas negras, quemadas por el campesino para hacer “conucos”.
A veces caminamos por lechos secos de ríos sorteando o subiendo sus piedras, uno que otro pozo de agua alimentado por un hilito delgado del riachuelo, que al escurrirse dejaban un sitio barroso.
Pasadas alrededor de 1 ½ horas, entramos de pleno en una hacienda de cacao. Todo fresco, los árboles se alzan entre el denso follaje y se ven los frutos rojizos que me recuerda los versos de Andrés Bello: “…Que entre urnas de coral emerge la almendra...”. Nuestro cacao criollo “Theobrona cacao”, alcanzó un digno prestigio cuando fue llevado a Europa en el siglo XVII. Mis botas revuelven la gruesa hojarasca que recubre el suelo, cruje y se arremolina al pisar. Vemos grandes desjuyaderos donde se amontona el fruto cortado, allí pasarán 2 días antes de ser trasladado, para el total secado.
Salimos de la hacienda, ya habían pasado 2 ½ horas de nuestra salida de Guariquén y llegamos a la “Oficina Cirina” como denominan por allá a la antigua hacienda Cirina, su dueño Valentín Figueres la abandonó hace mucho tiempo. Apenas un desvencijado y oscuro cuarto, 2 “catres”, un mugriento mosquitero, un par de botas de hule, algunas ropas usadas y amontonadas, algunas provisiones, muy pocas y unos 8 chopos listos par ser usados al lado de una caja con municiones. Afuera un espacio reducido con un fogón de leña, como cocina, una destartalada mesa de vieja madera, unos tocones de cortados árboles como asiento. Hacia fuera unos tablones polvorientos al lado una “ponchera de hierro” (tal vez usada para derretir el cacao), aún puede funcionar. Eso es todo. Afuera el patio grande de secado, la armazón del secadero con su vagón que entra y sale según el tiempo. Thamara barre con una escoba de ramas y es allí donde se montan las carpas.
Delante de mí El Mocho Gregorio, con altas botas de goma, la camisa desbrochada, sin sombrero, machete en mano y mirada vigilante, atrás todos los demás. Encontramos a unos amigos de ellos, pescadores con muy buena cosecha (lisas, bagres, corocoros) será la cena de esta noche. Vamos por una angosta senda de pocos metros y se nos hace ver, raspando la frágil capa vegetal del suelo, que ya caminamos sobre “la brea”, es verdad abajo el suelo es negro, duro, cuarteado. Encima es una vegetación cerrada, “cerrera”. No se oyen pájaros. Pasan unos minutos y ahora si “viene lo bueno”, el sendero se pierde en un pantanal, camino por sus orillas, agarrándome de donde puedo, de matas y raíces.
Resbalo y mi pie se sumerge con un “plot” en el denso pantano, lo sacó con un sonido de succión, todo embarrado.¡Puaj! Proseguimos. ¡Anjá ahora llegamos al terrible Caño
Ni se me ocurre voltear a ver las caras de mis amigas, porque si lo hago no sigo caminando. El Mocho, ha cortado sendas varas fuertes y muy largas (casi de
Vacilo, me voy de lado, pero me aferro a la vara como si en vez de mi punto de sostén, fuera mi derecho a la vida. Estoy con ropa y calzada, no creo que lo hubiese hecho descalza. La mano segura y la serenidad y firmeza de los gestos del baqueano me tranquilizan y no me pregunten pero salí de esa pesadilla. Veo la cara de susto de Rosana es todo un poema, debe verse como la mía, pálida de terror.
Sanas y salvas con una risita ridículamente nerviosilla, estamos al fin fuera del agua. El sendero encharcado nos lleva hasta la impresionante visión de una extensa sabana. El calor emerge del suelo, se siente, nos abraza. Kilómetros y más kilómetros de sabana, de baja y esporádica vegetación, rota a veces por espejos bruñidos que brillan al sol (pequeños charcos), hierros retorcidos, tubos, 2 casetas redondas de metal, pintadas con descolorido rojo, chamizas, una raquítica mata de guayabas, con frutos, se asoman del suelo, en medio de una titilante e incandescente luz, que no es más que el reverbero del sol. Calor, y más calor agobiante.
Muda de asombro, camino como por sobre goma, en parte endurecida y en parte semi-líquida espesa, olor de combustible, acre, no del todo desagradable.
Tomamos muchas fotografías y decidimos retirarnos. Ahora no es sorpresa el camino, nuestro temor ha menguado ya que sabemos lo que nos espera. Sin embargo un resbalón de Thamara, la lleva de asiento en un charco de pantano. Sucias y malolientes llegamos a la hacienda. No hay agua para bañarse, sólo para cocinar y beber. Hacemos como los gatos con toallitas húmedas, medio limpias. Afortunadamente todas cada una en su carpa. Apenas oscurece y luego de cenar, cansadas por tantas emociones del día nos retiramos a dormir. A media noche despierto con el ruido que hacen las garras de un mono cuchi-cuchi en la tela de la carpa, veo su silueta en ella con la luz de las estrellas.
Grito: ¡El mono, el mono!, nadie sale a defenderme, así que vuelvo a dormirme hasta que a las 3 de al mañana, vuelvo a despertarme con el ruido de la lluvia, hube de salir aterrorizada de la carpa a colocar el protector de la misma. Sin apenas las 5:00 a.m., y las voces y risas de los compañeros y el olor del café “recien colao”, nos terminan de despertar. Pero es mejor así. Pues arreglamos nuestras cosas, desayunamos y pudimos comenzar el regreso temprano, ello y una lluvia pertinaz que nos cayó durante todo el trayecto hizo que éste se nos hiciera más fresco y por ende más amable aligerando nuestra caminata.
De nuevo en Guariquén nos despedimos de los compañeros, de Bochinche y de Globo . Almorzamos donde “
Pienso que fue una muy buena aventura la de conocer este lago.
Nos vemos en la próxima.
Edilia C. de Borges
Fotos: Rosana Langerano
Posteado por: Oscar H. Mattey