Aquí nos bajamos del vehículo y esperamos a César que llegó al poco rato. El camino que nos esperaba ahora era pura subida, caminando me adelanté un poco a los otros, aunque cansón todo estaba sombreado, a un lado corre el río abajo en el barranco, al llegar a cierto punto done vi a un lugareño a quién le pedí agua, la mía estaba atrás con las mulas, me alcanzaron Rosana y César, entonces opté por montarme en la mula para proseguir la subida. Nos detuvimos a almorzar y posteriormente seguimos la subida, oímos a lo lejos y desde arriba una voz que nos llamaba, apuré a la mula y al final de la cuesta estaba un 4x4 estacionado esperándonos, acá nos despedimos de César y con gran alivio de mi parte subí al auto, tenía las piernas “tiesas” y el trasero insensible.
sábado, 29 de octubre de 2011
Aquí nos bajamos del vehículo y esperamos a César que llegó al poco rato. El camino que nos esperaba ahora era pura subida, caminando me adelanté un poco a los otros, aunque cansón todo estaba sombreado, a un lado corre el río abajo en el barranco, al llegar a cierto punto done vi a un lugareño a quién le pedí agua, la mía estaba atrás con las mulas, me alcanzaron Rosana y César, entonces opté por montarme en la mula para proseguir la subida. Nos detuvimos a almorzar y posteriormente seguimos la subida, oímos a lo lejos y desde arriba una voz que nos llamaba, apuré a la mula y al final de la cuesta estaba un 4x4 estacionado esperándonos, acá nos despedimos de César y con gran alivio de mi parte subí al auto, tenía las piernas “tiesas” y el trasero insensible.
jueves, 24 de junio de 2010
Junio 2010-06-22
El Delta del Orinoco es una gran puerta, por ella salen hacia el Océano Atlántico todas aquellas aguas convertidas en torbellinos, caños, cascadas, ríos, que muchos kilómetros atrás alimentaron al Gran Río, el Orinoco. El Delta es grande, muy grande en el mundo y se ubica en el estado Delta Amacuro, al norte del cauce principal del río Orinoco, el mas grande de Venezuela. La región deltaica es una llanura fluvial de reciente origen geológico formada principalmente por arcilla y limo cuya formación debió iniciarse al final de la Era Terciaria. El río Orinoco en su salida hacia el mar guarda la historia de la etnia Warao, sus mitos, su exquisita artesanía, su lenguaje, la vida de los criollos.
Es esta naturaleza avasallante la que en esta ocasión mi amiga Rosana y yo visitamos, queríamos conocer las aguas que sostienen un mundo, la vegetación y los animales que han persistido por siglos, queríamos contemplar la visión de la palma Moriche y el paisaje deltaico de un viajero que estuvo allí en 1839, el Padre José Gumilla quién dejó en sus manuscritos su percepción de esta tierra.
Es fácil llegar hasta allá desde Caracas, mi amiga y yo, armamos nuestros morrales viajeros y a las 5.30 p.m., ya estábamos sentadas en un autobús cómodo y rápido, que atravesando sin problemas varios estados de nuestra geografía, nos dejó muy de mañana en la ciudad de Maturín, capital del estado Monagas. Nos esperaba el señor Carlos González con su camioneta, aún siendo día laborable las calles a esa hora estaban con poca gente, me fue grato observar que éstas y la avenida por donde transitábamos estaban pulcras y bien cuidadas. Nos detuvimos en un café que apenas abría sus puertas, allí nos desayunamos. Mientras conducía el amable señor González nos iba señalando y describiendo todos los puntos de interés por donde pasábamos. Tomamos una vía fuera de la ciudad con destino al poblado de San José de Bujas* (*en warao significa mangle), es pequeño con una mezcla de población de criollos y waraos. Muchos niños uniformados iban hacia la escuela.
El río Guanipa corre por un lado al final del pueblo (donde termina la carretera) y sobre él un vetusto puente de concreto y cabillas que se está cayendo por uno de sus lados, debido a que sus cimientos han ido cediendo con el paso y crecida de las aguas y el terreno lodoso. Yace inclinado hacia un costado. Mientras le tomo una foto pienso: “Espero no se le ocurra desplomarse en este momento”. Estamos en el Caño Bujas, éste es el puerto, acá nos embarcaremos. Un “hasta luego” para el amigo González y subimos a una lancha blanca y grande, sin techo, con motor fuera de borda, a cargo un sonriente señor que con mucha paciencia respondería las muchas preguntas que durante el trayecto le hicimos.
Por fortuna nos habíamos embadurnado hasta el cabello con protector solar y nos cubrimos con sombrero y mangas largas, ya que el sol estaba fortísimo y su reflejo en el agua contribuía aún más. Navegamos alrededor de 2 ½ horas. El río es ancho, hay confluencia de corrientes y ramales, unos cruzan a los otros varias veces, son hermosos, largos y parecidos. El Delta va sedimentando nuevas playas, nuevas islas. Crece inexorablemente hacia el Atlántico. Nos encontramos con algunas canoas estrechas y largas. Pobladores waraos trasladan a sus hijos para la escuela, llevan y traen productos, mercancías. La compleja red fluvial que atravesamos generan islas pantanosas con poco terreno firme, donde se localizan grandes lagunas. El Lirio de Agua y
Campamento
Distingo ya muy cerca un complejo de techos de palma y un muelle de madera. “Llegamos”, nos confirma el capitán. Este es el Campamento “Boca de Tigre”, el río desde aquí lleva el mismo nombre. Acerca la lancha a los escalones del muelle, el agua está a su nivel y solo queda dar un pequeño salto. Nos da la bienvenida el encargado, mientras gira instrucciones a una señora para que lleven nuestro equipaje y a nosotras a la habitación que nos han reservado. Cruzamos el pequeño y estrecho puentecillo y la frescura y sombra de los árboles sembrados por doquier nos refrescan, jardines con flores y palmas, se destaca un patio circular cuyo piso lo conforma un espiral de piedrecitas de varios colores, está inspirado en una artesanía warao. Amplios y ventilados corredores techados y pisos de madera. Las camas de nuestra habitación la protegen sendos mosquiteros, artesanía tejida warao adornan las apredes, un pequeño y completo baño. Todo aquí está fabricado con madera y palmas de la zona, hasta las pantallas de las lámparas. Hay una planta eléctrica, confortable comedor. En conjunto es acogedor y hospitalario, ventilado, confortable y plácido.
Luego de una bebida fría y un descanso, almorzamos con profusión culpable, pero fue todo tan delicioso que consideramos un pecado dejar algo en los platos. Después de otro merecido reposo subimos a la lancha con Denis (El Capitán) y el Catire Ramón (Guía warao), con ellos hicimos una hermosa excursión fluvial por los caños cercanos. Pudimos observar con interés el “fenómeno de la marea”: Cuando llegamos en la mañana el agua del río estaba al nivel del último escalón o sea en criollo “hasta los teque-teques”, pero ahora en cosa de 6 horas el agua ha bajado mucho. Nos explicaron que el fenómeno ocurría debido a la entrada de la marea proveniente del océano. Era curioso ver como “
Anclamos la lancha en un recodo retirado del río, semi-escondido entre la fronda, sin desembarcar asimos una vara larga con un guaral amarrado y a su final un anzuelo pequeño, el Catire colocó en él carnada de pollo, nos indicó como lanzar el anzuelo al agua y a pescar, amigos. Al rato Rosana ya sacaba una mediana presa, (rumié envidiosa: “Suerte de principiante”) una piraña hermosa y colorida de dientes afiladísimos, luego lo hizo el Catire, pero El Capi y yo frustrados no pescamos nada, decidimos devolver a agua los pescados y regresarnos al Campamento.
Se nos ofreció una sabrosa cena. El cielo era un pizarrón con puntos luminosos, Rosana identificó para nosotros algunas estrellas, contemplábamos la cinta líquida plateada, oyendo a veces el chapotear de las Toninas, pero al recordar que al siguiente día traería nuevas emociones nos fuimos a dormir.
Me columpio con unas largas lianas sobre un pantano (susto). Mil y una planta para fotografiar, pero los zancudos nos atosigan, se nos da de beber como agua, la savia de un tronco que corta El Catire, él da golpes con el hacha sobre las enormes raíces de
De vuelta en el río, al regreso tuvimos momentos mágicos. Un manatí emergió y sumergió dos veces en el agua a título de exhibición para nosotras. Un manchón rojo escarlata en el cielo se diluye en magníficos ejemplares de aves “Corocoras” que elegantes se posan en la orilla arenosa. Era propicia la hora. Un trío de juguetones delfines saltan a ratos en el agua. Vuela raudo un pequeño tucán, apenas vislumbramos el colorido pico. Un árbol alto y frondoso presta las ramas de su copa como albergue para monos aulladores, mientras a lo lejos oímos su ronco aullido gutural. Un pequeño Martín Pescador se sumerge rápido en el agua y sale con un pececillo en su pico, alza el vuelo.
Se acerca el final de al tarde, regresamos al Campamento.
Llegamos al Campamento sanas, salvas y hambrientas. Almorzamos y mientras arreglábamos el equipaje cayó otro fuerte chaparrón de agua, hubo que esperar que escampara para poder embarcarnos. El momento llegó aunque el cielo seguía encapotado, despedida de todos. Denis nos trasladó de nuevo al puerto de Bujas. Nos esperaba el amigo González y de nuevo en su camioneta nos llevó al Terminal de buses en el centro de Maturín, donde esperamos la hora de salida. Tuvimos un viaje de regreso tranquilo y a las
Más que conocer un Campamento, conocimos un modo de vida en uno de los territorios todavía vírgenes en el planeta.
Nos vemos en la próxima.
Edilia C. de Borges
Fotografías: Rosana Langerano
lunes, 8 de febrero de 2010
Participantes: Miriam Langerano, Blanca Zerpa y Rosana Langerano. Guía: Hermann Capriles
La Vaquera (Vía Guardatinajas, Estado Guárico)
Pabones en el mercado de Calabozo
Ganado en Masaguaral
lunes, 27 de octubre de 2008
Llegamos a “Las Trincheras” un caserío de la etnia indígena Yekuana o Maquiritare = “Hombres del río”, ubicado a orillas del río Caura, donde embarcaríamos en las curiaras., hacia el destino final: El Salto Pará. Razones imprevistas hicieron que tuviésemos que esperar allí mucho tiempo y no salir a la hora pre-fijada. Nuestra espera no se hizo tediosa, porque nos ubicamos en la playa del río, que aún no siendo muy atrayente, permitió que nos cobijásemos a la sombra de algunos raquíticos árboles
A descansar, leer, dormir, comer, mientras otros se bañaban en las aguas de color oscuro
Ya casi a las 3 de la tarde la alegría nos volvió al cuerpo, llegaron dos de las curiaras de nuestro traslado. La otra lo haría posteriormente. En una de ellas se colocó todo el equipaje y la otra la abordamos..Con un motor fuera de borda, rústicas, sin techo..Nosotros las hicimos cómodas con nuestro entusiasmo y curiosidad, la falta de techumbre la resolvimos con sombreros y gorras, el fuerte sol lo afrontaríamos pringados de cremas bloqueadoras.. Río arriba comenzó ahora verdaderamente nuestra anhelada ruta.
El Río Caura es el tercer río más grande de Venezuela, con longitud de 725 kms, tributario del río Orinoco, su cuenca se encuentra protegida por una gran reserva forestal (5 millones de hectáreas), bañando una selva tropical formada por bosques Primarios que en su mayoría permanecen vírgenes por no haber sido (afortunadamente hasta ahora) talados.
Boquiabiertos, absortos, gratamente admirados, nuestros ojos no alcanzan a captar toda la inmensidad del impresionante paisaje que nos rodeaba., ni aún con la ayuda de los binoculares. Las cámaras de fotografía y video no cesaban de tomar imágenes a diestra y siniestra, aprovechando el magnífico foco de luz que el refulgente sol nos enviaba. Allá era una Ceiba altísima, acá una “mata de cigueñas”, acullá el vuelo escandaloso de los loros, el elegante del gavilán, el certero y sorpresivo sumergirse del pájaro “Martín Pescador”, las sonrisas y los gestos alegres de nuestros compañeros, el rostro ceñudo y hermético de nuestro guía y motorista, ambos indios…
Navegamos así mucho tiempo, casi sin darnos cuenta el sol se retiró y en su lugar la señora luna hizo su magnífica sustitución..Luna llena que contribuyó todavía más al encanto de esos momentos..Pero la realidad se imponía y la prudencia tambíen. El río aunque en esos momentos no estaba “embravecido”, si llevaba un respetuoso caudal, su ancho es de bastantes metros y tiene “muchos rápidos”, no era cosa de tentar la suerte y en la oscuridad tener un encuentro cercano con una de las tantas rocas negras, enormes, graníticas, que emergen del río..
Así que sabiamente nuestro guía orilló las curiaras hasta un banco extenso de arena, “El Pescado” se llama el sitio, donde pasaríamos la noche..Los otros compañeros no llegaban. Mientras los esperábamos montamos las carpas, clavamos estacas para colgar los chinchorros, nos bañamos y preparamos para dormir..Llegaron, un percance en el motor de la curiara los retrasó.
El dormir fue un placer. Muchos lo hicimos a “cielo abierto”, en nuestros aislantes directamente sobre la caliente arena, arrullados por el rumor del río y bajo el dosel de un cielo estrellado y un faro brillante de luz lunar.
Temprano al día siguiente de nuevo en las curiaras , esta vez rumbo a “El Playón”, es un campamento levantado por los indios Yekuanas, hay churuatas donde dormir en chinchorros con mosquiteros provistos por ellos, cocina con fogón, electricidad con una planta que mantienen hasta altas horas de la noche, baño con aditamentos modernos de loza blanca, todo rústico pero limpio y acogedor. Amplias zonas para las carpas.
El rio acá forma muchas sitios que invitan a bañarse, no hay peligro de rápidos si una no es imprudente, hay que cuidarse de los “Tembladores” y las “Rayas” que se empeñan en nadar por las orillas..Mucha playa de arena donde tenderse a asolearse (aún más)…
Solamente tuvimos tiempo de dejar nuestras cosas, recoger agua, comida y todo lo que presumíamos íbamos a necesitar y de inmediato nuestro guía comenzó la caminata hacia el Gran Salto Pará…Una hora y 45 minutos fue la travesía desde el caserío hasta lo alto donde se encuentra el Salto...
Caminamos explorando aquella selva, oyendo el cantar de los pájaros, el bailotear de muchas mariposas. No es difícil, tiene cuestas suaves, muy pocas, la mayor distancia es semi-plana, pero se hace fatigosa por ser selva húmeda, el ejercicio y el calor extenuante nos hace sudar “riachuelos” de agua por todo el cuerpo.
Y cosa rara, afortunadamente lo teníamos previsto y avisado..Por el trayecto no hay agua, al menos en verano como ahora…Los cauces que atravesamos están secos…Para compensar la bellezura del entorno, es bravía...
Se termina el camino..en frente tenemos un área verde de corta grama natural..y luego amigos…Que impresión..La atracción máxima de la zona..El Gran Salto Pará.. Espectacular..El río se divide y desciende en 7 inmensos torrentes. Aún seco su volumen de agua impresiona, éste se incrementa en invierno mil veces. Viene de correr por un cañón que se abre en saltos alineados en forma de herradura de más o menos 60 metros de alto, islas verdes entre ellos, festoneados de lianas, densa bruma formada por la neblina de miles y miles de gotitas de agua que al viento esparce..El ruido de las aguas al caer es sonido acompañante del espectáculo asombroso que disfrutamos a lo máximo.. .
Tuvimos mucho tiempo de contemplación, de traerlo en nuestro recuerdo no solamente en la mente sino en imágenes..Nos bañamos en un pozo rodeados de piedras brillantes que nos masajeaban el cuerpo. Sentados en la húmeda y fragante hierba almorzamos...
Adquirimos preciosa artesanía que una pareja de Yekuanas ofrecía a precio irrisorio...
Pasado el tiempo desandamos el camino, con pesar, bajamos de nuevo hasta El Playón.
Era todavía muy temprano, terminamos la tarde aprovechando para bañarnos de nuevo en las tibias aguas de los muchos remansos.. Ya en la noche después de una cena espléndida, donde hubo hasta el deguste de un “Bagre” pescado por un amigo, luego de unas copitas de vino..abrimos el “garito” para jugar cartas, dominó y bingo..En éste último participaron algunos ávidos y curiosos indios…Pero no tuvieron suerte..Gané yo...
Al otro día ya era el de la partida..Con lentitud al despertarnos a la hora que quisimos, desayunamos y con parsimonia arreglamos nuestros morrales..Curioso..ahora las cosas que vinieron no cabían de regreso..Pero chapuceramente cupieron al fin..
A las 10 y media de la mañana dijimos adios a los lugareños que con tanta amabilidad y cortesía nos recibieron..Esta vez la travesía por el río con un sol inclemente de frente castigándonos, se vio mermada con la presentación del baile sinuoso de las “Toninas” (Delfín de río)..A veces sacando agua de la curiara que las olas que hacían los rápidos nos enviaban, bañándonos en cada oportunidad que el bote se detenía por algo (el calor era sofocante), con algunos altibajos de parte de los motores de todas las curiaras..nos vimos otra vez en “Las Trincheras”...
Allí tendidos en la arena de la playa, frente al río hubimos de esperar entre baños y descansos a que nos recogiera el transporte que nos llevó de nuevo a Ciudad Bolívar, donde llegamos a tiempo de desayunar en el Mercado Municipal..Fabuloso…Comprar dulces típicos de la región y compartir con la gente de la zona, cosa muy interesante.
Tomamos la consabidas fotos del Puente de Angostura.. sobre el río Orinoco y luego subimos al transporte que nos traería hasta Caracas..Esta vez, aún en contra de los augurios de los “profetas del desastre”, el regreso fue bastante rápido, una pequeña colita de autos, pero cosa nimia..En la capital estábamos antes de la 7 de la noche.
Muy buena excursión, aunque trabajosa en su logística por ser la primera vez que se hace..pero por supuesto será todavía mejor cuando regresemos de nuevo a esta maravillosa y privilegiada zona
Nos vemos en la próxima,
Edilia C. de Borges
Fotografías: Rosana Langerano