Junio 2010-06-22
El Delta del Orinoco es una gran puerta, por ella salen hacia el Océano Atlántico todas aquellas aguas convertidas en torbellinos, caños, cascadas, ríos, que muchos kilómetros atrás alimentaron al Gran Río, el Orinoco. El Delta es grande, muy grande en el mundo y se ubica en el estado Delta Amacuro, al norte del cauce principal del río Orinoco, el mas grande de Venezuela. La región deltaica es una llanura fluvial de reciente origen geológico formada principalmente por arcilla y limo cuya formación debió iniciarse al final de la Era Terciaria. El río Orinoco en su salida hacia el mar guarda la historia de la etnia Warao, sus mitos, su exquisita artesanía, su lenguaje, la vida de los criollos.
Es esta naturaleza avasallante la que en esta ocasión mi amiga Rosana y yo visitamos, queríamos conocer las aguas que sostienen un mundo, la vegetación y los animales que han persistido por siglos, queríamos contemplar la visión de la palma Moriche y el paisaje deltaico de un viajero que estuvo allí en 1839, el Padre José Gumilla quién dejó en sus manuscritos su percepción de esta tierra.
Es fácil llegar hasta allá desde Caracas, mi amiga y yo, armamos nuestros morrales viajeros y a las 5.30 p.m., ya estábamos sentadas en un autobús cómodo y rápido, que atravesando sin problemas varios estados de nuestra geografía, nos dejó muy de mañana en la ciudad de Maturín, capital del estado Monagas. Nos esperaba el señor Carlos González con su camioneta, aún siendo día laborable las calles a esa hora estaban con poca gente, me fue grato observar que éstas y la avenida por donde transitábamos estaban pulcras y bien cuidadas. Nos detuvimos en un café que apenas abría sus puertas, allí nos desayunamos. Mientras conducía el amable señor González nos iba señalando y describiendo todos los puntos de interés por donde pasábamos. Tomamos una vía fuera de la ciudad con destino al poblado de San José de Bujas* (*en warao significa mangle), es pequeño con una mezcla de población de criollos y waraos. Muchos niños uniformados iban hacia la escuela.
El río Guanipa corre por un lado al final del pueblo (donde termina la carretera) y sobre él un vetusto puente de concreto y cabillas que se está cayendo por uno de sus lados, debido a que sus cimientos han ido cediendo con el paso y crecida de las aguas y el terreno lodoso. Yace inclinado hacia un costado. Mientras le tomo una foto pienso: “Espero no se le ocurra desplomarse en este momento”. Estamos en el Caño Bujas, éste es el puerto, acá nos embarcaremos. Un “hasta luego” para el amigo González y subimos a una lancha blanca y grande, sin techo, con motor fuera de borda, a cargo un sonriente señor que con mucha paciencia respondería las muchas preguntas que durante el trayecto le hicimos.
Por fortuna nos habíamos embadurnado hasta el cabello con protector solar y nos cubrimos con sombrero y mangas largas, ya que el sol estaba fortísimo y su reflejo en el agua contribuía aún más. Navegamos alrededor de 2 ½ horas. El río es ancho, hay confluencia de corrientes y ramales, unos cruzan a los otros varias veces, son hermosos, largos y parecidos. El Delta va sedimentando nuevas playas, nuevas islas. Crece inexorablemente hacia el Atlántico. Nos encontramos con algunas canoas estrechas y largas. Pobladores waraos trasladan a sus hijos para la escuela, llevan y traen productos, mercancías. La compleja red fluvial que atravesamos generan islas pantanosas con poco terreno firme, donde se localizan grandes lagunas. El Lirio de Agua y
Campamento
Distingo ya muy cerca un complejo de techos de palma y un muelle de madera. “Llegamos”, nos confirma el capitán. Este es el Campamento “Boca de Tigre”, el río desde aquí lleva el mismo nombre. Acerca la lancha a los escalones del muelle, el agua está a su nivel y solo queda dar un pequeño salto. Nos da la bienvenida el encargado, mientras gira instrucciones a una señora para que lleven nuestro equipaje y a nosotras a la habitación que nos han reservado. Cruzamos el pequeño y estrecho puentecillo y la frescura y sombra de los árboles sembrados por doquier nos refrescan, jardines con flores y palmas, se destaca un patio circular cuyo piso lo conforma un espiral de piedrecitas de varios colores, está inspirado en una artesanía warao. Amplios y ventilados corredores techados y pisos de madera. Las camas de nuestra habitación la protegen sendos mosquiteros, artesanía tejida warao adornan las apredes, un pequeño y completo baño. Todo aquí está fabricado con madera y palmas de la zona, hasta las pantallas de las lámparas. Hay una planta eléctrica, confortable comedor. En conjunto es acogedor y hospitalario, ventilado, confortable y plácido.
Luego de una bebida fría y un descanso, almorzamos con profusión culpable, pero fue todo tan delicioso que consideramos un pecado dejar algo en los platos. Después de otro merecido reposo subimos a la lancha con Denis (El Capitán) y el Catire Ramón (Guía warao), con ellos hicimos una hermosa excursión fluvial por los caños cercanos. Pudimos observar con interés el “fenómeno de la marea”: Cuando llegamos en la mañana el agua del río estaba al nivel del último escalón o sea en criollo “hasta los teque-teques”, pero ahora en cosa de 6 horas el agua ha bajado mucho. Nos explicaron que el fenómeno ocurría debido a la entrada de la marea proveniente del océano. Era curioso ver como “
Anclamos la lancha en un recodo retirado del río, semi-escondido entre la fronda, sin desembarcar asimos una vara larga con un guaral amarrado y a su final un anzuelo pequeño, el Catire colocó en él carnada de pollo, nos indicó como lanzar el anzuelo al agua y a pescar, amigos. Al rato Rosana ya sacaba una mediana presa, (rumié envidiosa: “Suerte de principiante”) una piraña hermosa y colorida de dientes afiladísimos, luego lo hizo el Catire, pero El Capi y yo frustrados no pescamos nada, decidimos devolver a agua los pescados y regresarnos al Campamento.
Se nos ofreció una sabrosa cena. El cielo era un pizarrón con puntos luminosos, Rosana identificó para nosotros algunas estrellas, contemplábamos la cinta líquida plateada, oyendo a veces el chapotear de las Toninas, pero al recordar que al siguiente día traería nuevas emociones nos fuimos a dormir.
Me columpio con unas largas lianas sobre un pantano (susto). Mil y una planta para fotografiar, pero los zancudos nos atosigan, se nos da de beber como agua, la savia de un tronco que corta El Catire, él da golpes con el hacha sobre las enormes raíces de
De vuelta en el río, al regreso tuvimos momentos mágicos. Un manatí emergió y sumergió dos veces en el agua a título de exhibición para nosotras. Un manchón rojo escarlata en el cielo se diluye en magníficos ejemplares de aves “Corocoras” que elegantes se posan en la orilla arenosa. Era propicia la hora. Un trío de juguetones delfines saltan a ratos en el agua. Vuela raudo un pequeño tucán, apenas vislumbramos el colorido pico. Un árbol alto y frondoso presta las ramas de su copa como albergue para monos aulladores, mientras a lo lejos oímos su ronco aullido gutural. Un pequeño Martín Pescador se sumerge rápido en el agua y sale con un pececillo en su pico, alza el vuelo.
Se acerca el final de al tarde, regresamos al Campamento.
Llegamos al Campamento sanas, salvas y hambrientas. Almorzamos y mientras arreglábamos el equipaje cayó otro fuerte chaparrón de agua, hubo que esperar que escampara para poder embarcarnos. El momento llegó aunque el cielo seguía encapotado, despedida de todos. Denis nos trasladó de nuevo al puerto de Bujas. Nos esperaba el amigo González y de nuevo en su camioneta nos llevó al Terminal de buses en el centro de Maturín, donde esperamos la hora de salida. Tuvimos un viaje de regreso tranquilo y a las
Más que conocer un Campamento, conocimos un modo de vida en uno de los territorios todavía vírgenes en el planeta.
Nos vemos en la próxima.
Edilia C. de Borges
Fotografías: Rosana Langerano
1 comentario:
Edilia, buenas tardes.Para quienes ese , u otro recorrido, sobre las encrespadas aguas del Orinoco, hemos hecho; la crónica que haces de tu viaje, amena, muy bien estructurada,disfrutando de los paisajes, especies de la fauna silvestre, la acuatica, comidas, paseos, resulta mu emocionante. De ese rio, atravesando caños, visitando pueblos, conociendo su gente, costumbres, en la ocasion de las funciones propias de mi profesion militar; hicimos parte de nuestras mas extraordinarias experiencias.Gracias por la invitacion que nos has hecho, para , de nuevo, hacer ese recorrido, ahora con la amable compañia de uds.Las felicito.
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