viernes, 8 de agosto de 2008

La Ruta de las Palmas

Abril 2007-05-09

Hola amigos de la montaña, les cuento:

Son las 7.30 de la mañana de un sábado, varios miembros y amigos de Avepalmas nos hemos reunido con sendos vehículos en el Jardín Botánico en Caracas. Somos once entusiasmadas personas que recorreremos la Costa (Litoral Central y un poco más allá) visitando los viveros que se encuentran en ella y cuyos dueños son miembros y amigos de la Asociación.

Siendo un día feriado el tráfico está muy denso al tomar la autopista hacia La Guaira, pero se liberó una vez entramos en “La trocha”. Calor bastante fuerte era promisorio de lo que encontraríamos más adelante al estar en la tierra “caliente”.

Nuestra primera parada fue en el Núcleo de la Universidad Simón Bolívar en La Guaira restaurada casi en 70% después de los destrozos que ocasionaron pasados deslaves. Infortunadamente el acceso nos fue impedido por un árbol atravesado en la vía interna, sumamente pesado para apartarlo.

Continuamos por la Av. Costanera y en Caraballeda nos detuvimos para desayunar y comprar material fotográfico. Seguimos ahora la carretera, vía en buen estado y preciosa por estar a la orilla del mar. Llegamos a Los Caracas atravesando toda el área hasta su final, donde comienza la carretera asfaltada hacia Osma, es sumamente empinada al principio, está bien mantenida y el espectáculo que se nos ofrece es maravilloso con el inmenso mar azul brillando con el sol intensamente. Naturalmente nos detuvimos para captar con nuestras cámaras fotográficas aquella bellezura.

Ya estamos en la Ruta de las Palmas, la primera parada es en la hacienda del miembro Pancho Monaldi, su vivero Cañaveral se ubica entre Quebrada Seca y Osma. Encontramos una colección de palmas bastante organizada, además están experimentando con éxito una plantación de “Morinda citrifolia” o Noni, como se le conoce popularmente, actualmente está muy de moda porque en su fruto se han descubierto bondades medicinales. El amigo Monaldi estaba ausente, pero el encargado del vivero amablemente nos dio a probar el Noni, de repugnante olor que me impidió hacerlo; también nos ofreció gentilmente jugo del mismo mezclado con naranja, que tampoco pude beber, aunque mis amigos dicen que “estaba bueno”.

Desde allí mismo continúa un camino que atraviesa un bosque primario, con un palmetum pequeño donde sobresalía “La Palma del Edo.Vargas”. Los dos ríos que lo riegan estaban secos, pero la zona es umbrosa y hay frescor y humedad manteniendo las plantas su color verde lozano. Es un recorrido de aproximadamente 2 Km., termina en área costera enfrente del mar. Acá se ha ubicado la Posada Siete Mares, donde fuímos recibidos por su encargado, también miembro de Avepalmas, Manuel Sáenz. Nos brindó un sabroso jugo natural de frutas con el que acompañamos nuestro almuerzo.

La posada es un sitio acogedor con cabañas y servicios para personas que buscan soledad, tranquilidad, arena, sol y mar.

La montaña llega a la orilla del mar, hay algunos cocoteros y en ella existe un senderito que mis amigas y yo lo seguimos entre cactos y piedras, hasta llegar a un espectacular mirador natural, donde nos extasiamos tomando fotografías. Bajamos y descansamos luego en mullidos sillones frente al mar, pero tuvimos que huir de allí, porque se levantó de pronto una brisa muy fuerte que hacía volar “montones” de fina arena que se colaba por todas partes, muy incómodo.

Llegamos a la población de Osma, donde se ubica otro vivero que no pudimos visitar por estar cerrado. Seguimos ahora a la población de La Sabana, allí está el vivero de los también miembros Hermanos Abreu, estaban ausentes, pero la señora de uno de ellos, gentilmente se ocupó de enseñarnos la zona e informarnos sobre la plantación de palmas. extensión.

Sumamente organizado el palmetum de 1 kilómetro de Sectores de Palmas datileras, además de frutas tropicales.

Proseguimos nuestro viaje a Caruao, caía la tarde cuando llegamos allá, el sitio es el Campamento Aventura Caruao, el aviso en la puerta lo señala, un campamento ecológico propiedad del Dr. Omar Domínguez y atendido y administrado (con mucho acierto), por su sobrino Raúl Rojas Domínguez.

Su recibimiento fue bastante grato y de inmediato nos instalaron en sendas habitaciones, sencillas, pulcras, cómodas y funcionales. Una vez refrescados, el amigo Domínguez nos invitó a un recorrido por la plantación. En ella tiene la mayor cantidad de especies que hay a la fecha en Venezuela.

Cada planta que observábamos, nuestro guía se explayaba en informarnos sobre sus características y origen. Resultó además de entretenido, sumamente educativo e interesante.

Terminado el recorrido, mis amigas y yo nos separamos del grupo y acompañadas por Raúl, fuimos a conocer el cercano río.

Vaya sorpresa, aunque no es caudaloso ni profundo, el agua corre con ligereza, pero la maravilla es que en son aguas termales.

Un lecho de arena oscura por los minerales que arrastra, por ende el agua no es cristalina. Sumergimos la mano en la orilla donde humea de lo caliente, más allá conseguimos variadas temperaturas desde tibia, caliente hasta templadas y frías. Empezaba a ocultarse el sol y decidimos devolvernos al campamento. Decidí hacerle “honores” a la piscina antes de cenar.

Amables y diligentes nuestros anfitriones se “desvivieron” con sus atenciones. El reposo posterior cada uno lo hizo a su manera, conversando, leyendo, jugando cartas y hasta solitariamente sentado contemplando el cielo.

Al día siguiente, un poco jadeantes después del copioso desayuno, guiados por Omar subimos una pequeña colina situada detrás de las instalaciones, donde está el tanque para el agua, y allí pudimos contemplar y fotografiar toda el área del campamento. Magnífica vista aquella.

Bajamos y ahora nos dirigimos hacia el Palmetum hoy día propiedad de Omar), de nuestro miembro honorario, fallecido, Hany Gibson. . Muchas palmas adultas, que me dejaron “boquiabierta” por su altura, frondosidad y antigüedad. Algunos árboles frutales y heliconias completaban el espléndido cuadro.

Ahora nos vamos al famoso “pozo del Cura”. El río se desprende desde arriba como escondido entre las plantas y las rocas, forma un soberbio pozo de aguas profundas y cristalinas, el piso son lajas de piedra grandes y aplanadas. Muchos pececillos nadan libremente.

Está como encerrado en un rincón, entre grandes peñascos y el bosque. Me di un rico baño, mientras mis amigas prefirieron embadurnarse con barro termal, más abajo en el río. Pasado un rato me reuní con ellas. Resultó bastante relajante luego de la fría agua del pozo, acostadas en la negra arena y aletargadas con la temperatura variable del agua, estuvimos mucho rato hasta que oímos a los compañeros que nos llamaban. De nuevo en el campamento, arreglamos nuestras cosas porque era hora de partir, nos despedimos agradecidos por el maravilloso trato y tristes por abandonar el lugar tan relajante.

Almorzaríamos en el pueblo de Chuspa muy cercano. Al llegar ahí fuimos a conocer la playa, la cual estaba llena de bañistas (que envidia), el mar me llamaba, pero no había tiempo para un baño. Será en otra oportunidad.En un modesto restoran comimos, las amigas sopa y pescado del lugar y yo un plato de tostones, no me gusta el pescado. Sólo disfruto viéndolo nadar en el agua.

De nuevo en la carretera, cuando pasábamos por los caseríos, en varias puertas de las casas, las señoras instalaron un puesto de ventas de dulces caseros, cuya base en su mayoría era el coco. Hice buena provisión de ellos. “Divinos” los besitos de coco, las polvorosas, los suspiros, la torta bejarana, la de coco, la de chocolate, la melcocha, los coquitos rojos, blancos y dorados, el bienmesabe. ¡Hummmm!.

Esta carretera recorre zonas de Barlovento y por cuestiones de políticas, la mitad es de tierra y la otra encementada… Que cosa.

Llegamos a Carenero y luego a Higuerote, donde está el último vivero a visitar, es la casa de otro miembro Orlando Santana. En poco terreno Orlando ha sabido distribuir la siembra de algunos ejemplares de distintas especies de palmas, entremezclándolas estratégicamente con otras plantas, logrando diseñar un jardín hermoso y espacioso, como marco a su confortable vivienda. Amable la señora de la casa nos ofreció jugos y frutas naturales.

Ahora sólo nos restó devolvernos para Caracas, el trayecto fue tranquilo y rápido gracias a la nueva autopista.

Sin embargo nuestro deleite fue opacado por la cantidad de focos de incendios que veíamos por doquier, inclusive lejísimo en la fila de las montañas. Por momentos la visibilidad se hacía nula debido a la humareda que se levantaba de incendios cercanos a la vía. Triste como se pierden nuestros bosques.

Todavía con luz diurna llegamos a la capital, donde cada uno tomó rumbo a su casa.

Fue un fin de semana diferente, bastante agradable, didáctico e interesante, aunado a la grata compañía de los amigos.

Nos vemos en la próxima.

Edilia C. de Borges

Fotos: Rosana Langerano

Posteado por: Oscar H. Mattey

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