sábado, 18 de octubre de 2008

Altos de Sucre

Mayo 2007

Participantes: Edilia C. de Borges, Rosana Langerano y Thamara Gutiérrez. Guía: Roberto

Hola amigos todos, les cuento:

Me sonaba como “raro” eso de Altos de Sucre. ¿Qué sería aquello? Para responder esta inquietud nada mejor que llegarme hasta allá, así que invité a mis amigas y compañeras de viaje, Rosana y Thamara y el jueves en la noche partimos rumbo al Oriente del país.
Un viaje tranquilo de 5 horas aproximadamente que nos llevó hasta la ciudad de Pto. La Cruz (Edo. Anzoátegui). En el Terminal de buses ya nos esperaba Dany, el chofer que nos trasladaría al campamento base: Una posada a 35 minutos de allí, en el Edo. Sucre.
Salimos de la ciudad y tomamos la carretera de tierra, en una curva un cartel señala “Altos de Sucre” (antiguamente Altos de Santa Fe), subimos por allí ascendiendo hacia la montaña, el paisaje es impresionante y nítido, a un lado el esplendoroso mar Caribe, titila brillante con el espléndido sol, alcanzo a ver las islas Chimanas, Los Monos y parte del Parque Nac. Mochima.
Del otro lado el reseco pero atractivo color verde de las formaciones botánicas tipo espinar, donde se apoyan casas de los lugareños.
Observo que hay en el camino variopintas posadas. Saliendo del camino tomamos un desvío de tierra y llegamos a destino. Un alto portón de hierro señala la entrada a la posada Vista Montaña”, ubicada en al puerta del Parque Nac. Mochima, entre el mar y la montaña, es un paraíso. Mi primera impresión es totalmente positiva por lo acogedora y atrayente de sus instalaciones y por el cálido recibimiento de los empleados, el dueño está ausente.



Nos instalamos en la sencilla y confortable habitación y de inmediato nos sirvieron el suculento almuerzo. Luego recorrimos toda la zona de la posada, meciéndonos en los columpios cual niñas, visitando el Parque Tropical donde conviven, patos, caballos, burro, jabalí y monos. (Eso yo lo hice super rápido y desde lejos). Nuestro paseo nos llevó fuera de la posada y al centro del pueblo donde vimos las casas, negocios de los vecinos y más posadas.
Ya de regreso conocimos a nuestro anfitrión Eckard, un alemán que ancló en éstas tierras, nos informó sobre el programa de actividades que le habíamos solicitado y que comenzarían al día siguiente.
La cena fue exquisita. Descansamos muy bien, el clima friolento, la ausencia de plaga y la misteriosa neblina tranquilizaron nuestras mentes. La luna llena me permitió mirar con detenimiento el tapiz bordado en luces del cielo.
Desayuno bien criollo, ricas arepas. En ello estábamos cuando se nos presentó Roberto, nuestro guía. Un simpático sureño (argentino) de mediana edad, a quien atrapó también la magia del trópico. Nos ha venido a buscar, trae mucha información escrita, fotos y un muy completo mapa de la región, que nos enseña. Realizaremos hoy una caminata:
El Saltico: Equipadas para caminar, seguimos a Roberto. De la calle principal se desvía hacia el “monte” por un sendero angosto que se adentra en el bosque tropical. Hay bastante calor, pero el camino es umbroso. Encontramos a un campesino y su burro cargando envases con agua que ha recogido del manantial, a ése punto nos dirigimos.


Es pequeño apenas se ve salir el agua, brota fresca, apretada entre rocas y vegetación, suelo arenoso. Por doquier los pájaros cantan a placer. Sudorosas por el ejercicio y la humedad reinante, caminamos hacia adentro y hacia abajo en la montaña. Hay gran variedad florística: apamate, cedro, jabillo, pardillo, camorucos, carapo, variedad de palmas y de heliconias representadas por rojas “Riqui.riqui”. Llegamos al sitio llamado La Toma, la mano del hombre ha represado el hoy poco caudaloso río, para bombear el agua hacia la comunidad. El sitio es penumbroso y fresco, pero el agua no se ve muy bien por la gran cantidad de hojas y ramas que le han caído. Se ve turbia. Conversador y dicharachero, ahora Roberto nos lleva subiendo la pendiente, estamos en pleno bosque de gran belleza escénica, no vemos el río pero lo oímos caminando cerca de él. Encontramos una pequeña cascada, sobre ella ha caído un largo árbol.


No hay otro camino, tenemos que trepar. Es una alta pared escalonada de piedra resbalosa, está mojada por el agua que salpica. Haciendo de “tripas corazón”, ayudándonos unas a otra, aceptando la mano de Roberto o el extremo de su bastón, lo logramos. Y lo peor es que fueron dos veces más que nos tocó atravesar el mismo obstáculo, algo menos dificilillo.
Total que realizamos sin saberlo, obligadas, técnica no muy legales de “barranquismo puro” y al revés. Pero subimos. ¿Qué cómo lo hicimos y el porqué? No lo sé...Tal vez a fuerza voluntad y sudando adrenalina pura.

Ya arriba el premio mayor: Una poza de agua fresca, invitadora y refrescante. Las tres nos zambullimos en ella disfrutando del reconfortante líquido y olvidando los tremendos sustos anteriores en la subida de las cascadas. Desde la orilla. Roberto supervisa los ”retozos” acuáticos. De vuelta, vestidas con la ropa sudada, continuamos nuestro camino hacia la “fila” de la montaña, donde Neptalí, un lugareño enamorado de su tierra, construyó un rústico caney, cómodo con mesas y sillas, un sencillo baño y luz eléctrica. Está vacío en este momento, es sólo para el disfrute de los amantes de la naturaleza. La energía emanada del bosque tropical nos ha repotenciado.
Sentadas en un banco frente al lejano mar, almorzamos el delicioso emparedado preparado por la cocinera de la posada. Dejo vagar mi mente y pensamientos en el infinito azul del mar y el cielo. Playas lejanas: Arapo, Colorada, Arapito las veo. Isletas, esponjosas y blancas nubes, rizos de las olas, veleros, aves, todos estos elementos se armonizan en un todo que aturde mis sentidos. Descanso, paz, tranquilidad.

Pasa mucho rato, hay que regresar de nuevo al caserío. Ya allí, una parada rápida para una bebida fría y celebrar nuestra excursión. Dejamos a Roberto cerca de su casa. Nosotras después de cenar, abrimos el garito, donde se puso de manifiesto la habilidad sutil del arte de “trampear” de cada una.
Los Bajos: Nuestra excursión de hoy nos lleva por ruta contraria a la de ayer. Al final del pueblo después de haber caminado en plano, tuvimos que descender una bajada larguísima, encementada, bastante chocante. Al final de ella un trecho muy corto de carretera en tierra, un espacio abierto desde donde vemos una laguna artificial que riega los sembradíos de berenjenas y pimentones. Relucen frescos, húmedos, frondosos. Una familia esta asentada allí y son ellos los sembradores, perros nos ladran y apresuro el paso.
Ahora la carretera se transforma en un estrecho sendero que bajo sombra de altos árboles se interna en la floresta. Un largo tramo en plano, lecho seco de un río de donde extraen arena. El sendero se ha vuelto de piedra, las pisamos, rodeamos, subimos y bajamos por bastante tiempo. El río seco de repente comienza a mostrar humedad, luego huecos llenos de agua, un delgado hilo de líquido hasta que se transforma en una quebrada aumentando su caudal.
Bajamos hacia él por tierra suelta que nos obliga a practicar culi-cross, agarrarnos a cualquier cosa para no deslizarnos.

Abajo nos espera un alargado pozo, el agua que lo forma cae en delgado chorro desde las piedras altas. El agua se ve profunda y esmeralda, lo que no impidió que me desvistiera aprisa y me sumergiera en ella. Mis amigas pese al calor y desconfiadas no me acompañaron, pues se lo perdieron.
Ya fresca, almorzamos sentadas en las piedras arriba, de donde se desprende el agua. Un privilegiado lugar con extensa y hermosa vista del bosque, la poza y la vegetación que nos rodea.
Para el regreso, Roberto seleccionó una ruta que nos impactó de asombro. Por varios metros baja un hermoso y espeluznante río de grandes, enormes, imponentes peñas, unas encimas de las otras, en desorden, bellas. Producto de un cercano deslave natural. Hubo que sortearlas, montarlas o rodearlas para lograr llegar al sendero de nuevo. Fue sumamente emocionante ese tramo.


Después el sendero fue el mismo que tomamos en la mañana. Terminada nuestra excursión y despedidas de Roberto, quisimos conocer la “ciudad de los acostados”, el cementerio que nos dijeron guardaban reliquias de otras épocas. Lo recorrimos todo, no es muy grande. Sorprendidas leímos en algunas lápidas semi-borradas por el tiempo, difuntos longevos de 100 o más años. Interesante ver túmulos antiguos con leyendas misteriosas.
Por ser día festivo, en la vía había ventas de dulces y esencias, sahumerios y baños, menjurjes y polvos, todo ello para diferentes usos, divinos y humanos.
En la noche nuestro garito tuvo una sorpresa, se jugó bingo (con menos trampas).
El suculento desayuno criollo del día siguiente. A mitad de la mañana nos despedimos de todos, anfitrión, guía, empleados y la famosa cocinera. Puntual a las 10, Dany ya estaba acá con su taxi, nos llevó al Terminal de donde salimos temprano. Comodamente llegamos a Caracas a las 5 y pico de la tarde.
Ahora sé que son los “Altos del Edo. Sucre”, bueno al menos parte de ellos, porque me falta conocer mucho más, así que…

Nos vemos en la próxima.

Edilia C. de Borges

Fotografías: Rosana Langerano

No hay comentarios: