sábado, 18 de octubre de 2008

La Vuelta Larga de Oriente
Febrero 2007
Participantes: Edilia C. de Borges, Rosana Langerano y Thamara Gutiérrez
Hola amigos todos, les cuento:
Con el pretexto de ver el carnaval de Carúpano (Edo. Sucre), mis amigas y yo llenamos nuestros morrales y subiendo a un cómodo autobús-cama privado, nos fuímos rumbo al oriente del país. Con los retardos crónicos en la vía para estas fechas, el viaje que normalmente se hace en 9 horas, esta vez lo hicimos en 13. Por fortuna para nosotras, el haber salido de noche, todo el tiempo y parte del amanecer la pasamos muy bien, durmiendo plácidamente.
9 de la mañana, llegamos a destino, a la alegre ciudad de Carúpano, allí mismo en la acera, desayunamos las sabrosas y afamadas empanadas de cazón y un fuerte café sin leche, una risueña señora nos lo vendió.
Contratamos un taxi (muy económico por cierto), le indicamos al chofer la dirección donde íbamos, él dijo que la conocía, pero la cosa resultó no muy cierta, porque dimos vueltas y revueltas por las afueras del pueblo, recorrimos caminos por trechos largos , hasta que un lugareño nos indicó la ruta a seguir. No nos importó porque conocimos muchos “recovecos” de caseríos interesantes. Entre ellos la Hacienda Bukare. (hacienda de cacao).

Llegamos a nuestro objetivo, su dueño no estaba. Nos presentamos a unas personas que nos recibieron (empleados) y nos sentamos a esperarlo. A primera vista las instalaciones se ven prometedoras, hechas de madera con techos de palma, amplios corredores sombreados constituyen el cuerpo principal de la casa, más atrás se veían algunas cabañas del misma estilo. Por doquier altos árboles y flores. Después supimos que todo ello, además de los muebles fueron diseñados y construídos por su dueño: prácticos y funcionales, austeros y elegantes, todo en madera.
Llegó la hora del almuerzo y nos invitaron a pasar al comedor. Comida sencilla, y sana. Acá como bebida solamente hay agua, café y jugos de frutas. Las bebidas alcohólicas y los refrescos no existen. Aún sentadas a la mesa llegó el propietario y presidente de la Fundación Vuelta Larga, su hacienda también lleva este nombre: Klaus Muller. Hombre alto y fornido, afable, locuaz y gentil se nos presentó. Nos pidió que descansáramos un poco porque en la tarde comenzaría nuestro periplo por esas tierras. Seguimos su consejo y nos instalamos en nuestra habitación. Pasadas unas horas Klaus nos llamó y en su camión turístico comenzamos a recorrer el área.



Luego de un camino no muy largo de tierra, llegamos a un terreno amplio donde los Samanes y Bucares se erguían con gran orgullo y con toda razón, ellos crecieron gracias a la mano generosa de Klaus, quien años atrás sembró sus semillas y las cuidó con esmero y cariño.
Seguimos hacia una zona donde están otras instalaciones (también obra Klaus), donde se dictan talleres, seminarios, sirviendo a la vez de laboratorio. Por allí cerca vimos una laguna artificial para experimentación. (observación y cría de peces de la región), en la orilla, un curioso artefacto que sirve para achicar o aumentar el caudal del agua, de acuerdo al requerimiento. Más allá en un corral, una danta que curiosa se asoma por los agujeros de la cerca, en otro un búfalo de morro fruncido y amenazador y más allá en una gran jaula una tortuga grande y una iguana.


Caminamos un largo camino de tierra a cuya vera está un canal artificial de agua, por un lado un canal de agua y por el otro, una laguna.
Subimos a una pequeña lancha con remos y dos jóvenes de la hacienda que la conducían, nos llevaron por aquél sendero acuático, para observar las plantas hermosas alrededor del río, y la fauna que allí se citan : Tal como una colonia de chenchenas, gavilán, corocoras, garzas blancas, mariposas, y diferentes aves cruzando rápido el aire con gran algarabía y en busca de sus nidos, ya se recogían porque estaba atardeciendo. A la otra orilla del camino vimos la laguna en cuyo centro se levanta un palafito, allí sentados puede uno pescar o solamente relajarse para meditar en silencio, mientras el sol se va escondiendo poco a poco.


Tuvimos una tranquila noche y un criollo desayuno al día siguiente, creo que fue el olor de las arepas tostadas y del café recién hecho lo que me despertó..Klaus nos lleva ahora a una caminata por la serranía circundante, no es muy alta la montaña, su máxima altitud es de 1.100 m.s.n.m. Con el día claro y soleado desde allí logramos ver y fotografiar paisajes hermosos de montaña y mar..
A veces nos deteníamos en algunas casas de lugareños, el denominador común de todas era tener un patio donde secan los granos de cacao. Instructiva la parada en la casa de uno de ellos, él nos llevó a su siembra de cacao. Descalzo, con machete en mano al lado de una mata, nos explicó como es la siembra, cultivo, cosecha, recolección, secado y molido del fruto, para luego procesarlo artesanalmente y convertirlo en “bola de cacao” o chocolate.. Estas gentes son sencillas, amables, brindan al visitante cordial hospitalidad y saludos a nuestro paso. Uno de ellos nos ofreció algo que no sabía yo pudiera lograrse: jugo fresco de naranja cajera. Sabroso con ganas..
Mandarinas y Pomarosas, que crecen a la mano de Dios, fueron probadas por nosotras.
En cierta parte del camino de bajada, Daniel hijo de Klaus, nos esperaba en el camión para devolvernos a la posada. Menos mal porque ya el sol nos “calentaba” con fiereza.

Siempre guiados por Klaus, ahora visitamos la Falla Geológica El Pilar.., distante un largo trecho desde la hacienda. En el vehículo llegamos hasta la entrada del parque donde está ubicada..Hay una caminería de piedra que nos lleva hasta cierto punto, donde se comienza a ascender un poco por un sendero angosto dentro del monte y rocas, siempre a la orilla del riachuelo. En el aire hay un olor algo desagradable de azufre u otro mineral, molesta al principio , pero luego una se acostumbra mientras va caminando. El sendero estrecho, entre arbustos espinosos y resecos, el sol cae bastante fuerte. El agua hierve en algunos huecos entre las rocas, de otros sale un humo claro y maloliente. Con sumo cuidado introduzco mis dedos en el agua y ¡hayayai! Quema en verdad..Vapor de agua emana del río. La floresta despejada, por ser arbustos no altos y el sol inclemente, se unen para elevar la temperatura en el ambiente. Hay una calor de la “quinta palia del infierno de Dante”, nos agobia y sofoca a medida que trepamos las calientes piedras; llegamos a la cascada que cae tranquila formando un pozo circular, de aguas claras y tibias..Ni lo pienso, apenas me saco las botas y así con ropa y todo, me sumerjo en la refrescante piscina natural, mientras una de mis amigas sube hasta la cascada y allí se ducha. Frescas ahora bajamos, me encuentro a una joven impregnada en barro caliente y negro por todo el cuerpo, alega que le preserva el cutis…Bueno….le tomo una fotografía..
Otro día. Klaus nos lleva a la playa, pero no a cualquier playa (aunque por allá en oriente todas las playas son preciosas). Esta vez después de rodar bastante tiempo en su camión, nos deja en el campamento privado “Playa de Uva”…Otro paraíso. Nos quedaremos acá todo el día..Lo primero que hacemos es bajar hasta el restorán (abierto, paredes de malla mosquitera y techo de moriche) que está frente a la playa, bajamos colinas de muy cuidado césped, palmas, bromelias y otras flores encontramos por doquier, cabañas funcionales integradas en su diseño al paisaje. Se nos atiende muy bien y el desayuno es super delicioso..criollo oriental, donde las arepas y el perico carupanero nos deleitan. Después y siguiendo indicaciones que nos dieron, nos vamos por un caminito entre la montaña que baja hacia el mar, encontramos un mirador natural, desde donde vemos el mar a todo lo que da nuestra vista, las montañas y el horizonte lejano. Los colores prístinos brillan con el sol fuerte, tomamos fotografías y seguimos ahora descendiendo con cautela por las piedritas sueltas, llegamos a “Nivaldito”, esta playa pertenece al campamento. Gentil se nos acerca el cuidador y nos ofrece agua de coco, que un muchacho baja del cocotero con agilidad y gracia.¡Que dulce y agradable el líquido que calma nuestra sed.! A esta temprana hora la playa está sola para nosotras, con el transcurrir del tiempo irán llegando otros huéspedes.
Mis compañeras se tienden al sol y yo busco cobijo en la sombra que me da una alta muralla de piedra, un libro me acompaña. Con pereza veo pasar lanchas a quienes saludo desde lejos. Chapuzones en la fría pero quieta agua nos reaniman, pasa el tiempo lentamente y no nos damos cuenta. Pero el cielo se obscurece, negros nubarrones amenazan lluvia, decidimos volver al campamento. Almorzamos y nos dispusimos a disfrutar del entorno mientras venía el chofer que nos llevaría de nuevo a la hacienda..

No veíamos a nadie por el camino, todo mundo estaba de fiestas carnestolendas.
Este día quisimos ver el carnaval en Carúpano, pero salimos muy temprano y al llegar a la ciudad, decidimos devolvernos a la población de Río Caribe, allí compraríamos dulces criollos y la famosa bebida de la región. En una camioneta por puesto y bordeando la carretera por los acantilados frente al mar, llegamos en breve tiempo.

Ahí aprovechamos de caminar para conocer un poco el pueblo, nos topamos con un restorán criollo de buen aspecto, de magnifico aspecto..Situado frente al mar, de paredes blancas y puertas altas de madera, con sendos ventiladores de techo dando vueltas, un joven camarero moreno y de sonrisa ancha y simpática, nos recibe con el menú de la casa..¡Canastos verdes!..¿Qué nos íbamos a imaginar que conseguiríamos esta rica oferta culinaria?.. Así que pedimos Pastel de Chucho, ¡Ummm!, Catalana y su contorno y de postre..¡Oh maravilla!...Negro en camisa y pudín de limón…Ahhh…que ricura…Seguimos en busca de nuestro deseo de compra y así llegamos a la famosa casa de la “Dulce Mirna”, donde adquirimos el artesanal licor de Ponsigué y el de Cacaíto, En la calles, una señora vendía los afamados dulces de coco y otras delicias.
De vuelta a Carúpano, como nos restaba tiempo, visitamos el interesante Museo Histórico..Interesante..Y después seguimos a la procesión de gente, una multitud que caminando iba en busca de la calle por donde desfilarían las carrozas del carnaval. Bulla, papelilos, fritangas, bailes, disfraces, ventas ambulantes de todo tipo de cosas, inverosímiles cosas, música, toda una algarabía alegre y fiestera…Sin embargo se acercaba la hora de tomar el autobús de regreso para Caracas y todavía no había vestigios de carrozas..Así que sintiéndolo mucho nos fuimos al Terminal. Esta vez el transporte salió a la hora y a las 5 de la mañana ya estábamos en la ciudad capital.
Fue una muy interesante vivencia, que nos dejó el dulce sabor de volver a conocer más del oriente.

Nos vemos en la próxima.

Edilia C. de Borges

Fotos: Rosana Langerano

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