sábado, 18 de octubre de 2008

Quebrada Maitana/Pozo Suruapo
Octubre 2006

Participantes: Edilia C. de Borges, Rosana Langerano y Thamara Gutiérrez

Hola amigos todos, les cuento:

Guacaipuro 1560. La región que hoy conocemos como Los Teques en aquél entonces estaba poblada por muchos indígenas que formaban grupos independientes, con sus jefes o caciques propios. El principal de estos grupos era del cacique Guacaipuro, jefe de indios Teques y Caracas, cuy asiento era en Suruapo o Suruapay, situado en la vecindad del actual poblado de San José de los Altos (Edo. Miranda) en la vertiente de la quebrada Paracotos.
Y hasta allá nos fuímos mis amigas y yo incursionando en este día festivo (12.10). A sólo 30 minutos de Caracas, vía El Valle, pasando el embalse La Mariposa en breve recorrido llegamos a nuestro destino.


Pocas casas a la orilla de la carretera, no muy cercanas unas de otras. Una de ellas tiene a la entrada un pintoresco cartel indicando “Restorant Pozo Suruapo”, aquí nos detuvimos. Entramos y de inmediato comenzamos a bajar una larga escalera de piedra, sin barandas flanqueado por árboles de cambur, ocumos, coquetas, lirios, todo ello en abundancia y de colores brillantes y todavía llenos de rocío; termina en un terreno plano donde se encuentran las instalaciones decoradas sencillamente y con buen gusto. Se mota que este sitio resuma paz, y tranquilidad. Está hecho con cariño y amor por la naturaleza.

Las instalaciones rústicas, si se quieren ofrecen confort y comodidad, un chinchorro cuelga invitando a descansar. En un rincón se exhiben varias escultoras en hierro, producto de la creatividad de Germán. En las paredes cuelgan artículos disímiles pero que armonizan por su origen autóctono. Nos reciben con gentileza sus dueños y anfitriones Germán y Natascha, quienes a su vez nos presentan a quien será nuestro baquiano: Rafael, (ya de entrada muy simpático y atento). Él nos guiará en nuestra caminata. Alternativa para el visitante que no desea permanecer sólo en contemplación del precioso entorno, si no que desea integrarse a él.

De botas altas y machete en mano, Rafael nos señala el camino, éste sale de atrás de la casita y se interna en el bosque, limpio y sombreado por la profusión de árboles altos, desciende suavemente. A los 20 minutos nos desviamos hacia un espacio ancho y plano: El Mirador, desde aquí se puede ver todo el paisaje circundante. Un poco más allá hay un sitio utilizado para acampar, bajo muchas matas de mango. De nuevo en el sendero principal después de un tiempo, nos conseguimos con otro desvío, esta vez hacia la izquierda y está señalizado con un cartel que dice: Quebrada Maitana.

Ahora la bajada es brusca y resbalosa, en algunos sitios se han colocado cuerdas para ayudarse en el bajar y subir. Comenzamos a oír el ruido del agua y a verla caer en delgado chorro por entre piedras. La vegetación es tupida, estamos en selva nublada. Muchas palmas, hasta algunos árboles cucharones, hay muchísima humedad en el ambiente. Llegamos al fondo de la montaña, a la quebrada, por doquier hay bastante lodo consecuencia de la lluvia nocturna y huellas de crecida reciente, desechos represados por troncos y ramas caídas.

A veces tenemos que trepar grandes rocas o saltar entre piedras en el agua. Sudorosas, acaloradas, mojadas y embarradas de pantano...Siento escozor en mis tobillos y sospecho con temor que hay “chivacoas”, terribles estas especies de “chinches” y para mi mala fortuna compruebo que es cierto, en la piel de mis tobillos y piernas veo muchos puntitos rojos.
La meta es llegar al “Chorro” para bañarnos, pero todavía está lejos. Me adelanté sola un poco, caminando por la arena en la orilla del agua, me siento a descansar y a esperar a mis amigos, que luego de un rato largo al fin aparecen, con las caras demudadas, son todo “un poema”. Preguntó ¿qué les pasó?. Y para mi ingrata sorpresa me responden que se habían encontrado con “un casal” de serpientes Mapanares y lo peor es que yo les pasé al lado, las huellas de mis botas estaban allí. Supongo que dormían y al estar tan mimetizadas con las hojas secas y la arena, no las vi; pero alertas, al paso de mis compañeros se “armaron”. Rafael tuvo que utilizar su machete y desafortunadamente matarlas para dejar libre el paso. Con este “leve percance “, continuamos la marcha y llegamos a una roca muy grande que bajamos con ayuda de cuerda y de Rafael, llegamos al sitio.
El agua muy fría, cae con fuerza y ruidosamente en un pozo no muy grande. Intenté bañarme allí, pero el suelo se hundía bastante, no lo hice. Cual gato sólo me salpiqué la cara y los brazos, además había una nube de zancudos acechando.
Subimos de nuevo y en un sitio limpio comimos una breve merienda, descansamos un poco y regresamos. Al pasar por el sitio de las culebras, una (el macho) estaba cadáver, muerto, yerto. No así la hembra (larguísima como de 1 1/2m,), se removió al sentirnos e intentó atacar. Nuestros gritos se oyeron en Caracas.¡Sustote!..Rafael “voló” con el machete en la mano y de un certero golpe la abatió y la envió hacia el matorral...Que lástima, en verdad los intrusos éramos nosotros, ellas estaban en su habitat y las molestamos.
Otra hora y piquito más de camino y llegamos al sitio de donde partimos. Aunque hay un enorme tanque para bañarse en él si se quiere,(otro pequeño estanque es refugio de muchas tortuguitas, delicia de los niños que visitan el sitio) opté por hacerlo en una muy discreta y escondida ducha al aire libre...¡Uf! que agua tan fría.
Bañadas, limpias, ropa seca, perfumadas y super-requete-hambrientas, nos sentamos en nuestra reservada y preciosa mesa para disfrutar el placer de degustar una deliciosa parrilla uruguaya-venezolana, con exquisitos platos y cremas de contorno, todo un opíparo banquete y con atención VIP esmerada de parte de Germán y Natascha.
Satisfecha y somnolientas, al caer la tarde nos despedimos de nuestros anfitriones y tomando el transporte que nos esperaba, regresamos a Caracas.
Excursión emocionante y divertida.

Nos vemos en la próxima,

Edilia C. De Borges

Fotografías de Rosana Langerano

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