lunes, 27 de octubre de 2008

Río Caura y Salto Pará
Participantes: Edilia C. de Borges, Rosana Langerano, Lisandro Altuve, Ana de Altuve y Mariana Vasquez

Llegamos a “Las Trincheras” un caserío de la etnia indígena Yekuana o Maquiritare = “Hombres del río”, ubicado a orillas del río Caura, donde embarcaríamos en las curiaras., hacia el destino final: El Salto Pará. Razones imprevistas hicieron que tuviésemos que esperar allí mucho tiempo y no salir a la hora pre-fijada. Nuestra espera no se hizo tediosa, porque nos ubicamos en la playa del río, que aún no siendo muy atrayente, permitió que nos cobijásemos a la sombra de algunos raquíticos árboles
A descansar, leer, dormir, comer, mientras otros se bañaban en las aguas de color oscuro


Ya casi a las 3 de la tarde la alegría nos volvió al cuerpo, llegaron dos de las curiaras de nuestro traslado. La otra lo haría posteriormente. En una de ellas se colocó todo el equipaje y la otra la abordamos..Con un motor fuera de borda, rústicas, sin techo..Nosotros las hicimos cómodas con nuestro entusiasmo y curiosidad, la falta de techumbre la resolvimos con sombreros y gorras, el fuerte sol lo afrontaríamos pringados de cremas bloqueadoras.. Río arriba comenzó ahora verdaderamente nuestra anhelada ruta.
El Río Caura es el tercer río más grande de Venezuela, con longitud de 725 kms, tributario del río Orinoco, su cuenca se encuentra protegida por una gran reserva forestal (5 millones de hectáreas), bañando una selva tropical formada por bosques Primarios que en su mayoría permanecen vírgenes por no haber sido (afortunadamente hasta ahora) talados.


Boquiabiertos, absortos, gratamente admirados, nuestros ojos no alcanzan a captar toda la inmensidad del impresionante paisaje que nos rodeaba., ni aún con la ayuda de los binoculares. Las cámaras de fotografía y video no cesaban de tomar imágenes a diestra y siniestra, aprovechando el magnífico foco de luz que el refulgente sol nos enviaba. Allá era una Ceiba altísima, acá una “mata de cigueñas”, acullá el vuelo escandaloso de los loros, el elegante del gavilán, el certero y sorpresivo sumergirse del pájaro “Martín Pescador”, las sonrisas y los gestos alegres de nuestros compañeros, el rostro ceñudo y hermético de nuestro guía y motorista, ambos indios…


Navegamos así mucho tiempo, casi sin darnos cuenta el sol se retiró y en su lugar la señora luna hizo su magnífica sustitución..Luna llena que contribuyó todavía más al encanto de esos momentos..Pero la realidad se imponía y la prudencia tambíen. El río aunque en esos momentos no estaba “embravecido”, si llevaba un respetuoso caudal, su ancho es de bastantes metros y tiene “muchos rápidos”, no era cosa de tentar la suerte y en la oscuridad tener un encuentro cercano con una de las tantas rocas negras, enormes, graníticas, que emergen del río..
Así que sabiamente nuestro guía orilló las curiaras hasta un banco extenso de arena, “El Pescado” se llama el sitio, donde pasaríamos la noche..Los otros compañeros no llegaban. Mientras los esperábamos montamos las carpas, clavamos estacas para colgar los chinchorros, nos bañamos y preparamos para dormir..Llegaron, un percance en el motor de la curiara los retrasó.
El dormir fue un placer. Muchos lo hicimos a “cielo abierto”, en nuestros aislantes directamente sobre la caliente arena, arrullados por el rumor del río y bajo el dosel de un cielo estrellado y un faro brillante de luz lunar.


Temprano al día siguiente de nuevo en las curiaras , esta vez rumbo a “El Playón”, es un campamento levantado por los indios Yekuanas, hay churuatas donde dormir en chinchorros con mosquiteros provistos por ellos, cocina con fogón, electricidad con una planta que mantienen hasta altas horas de la noche, baño con aditamentos modernos de loza blanca, todo rústico pero limpio y acogedor. Amplias zonas para las carpas.
El rio acá forma muchas sitios que invitan a bañarse, no hay peligro de rápidos si una no es imprudente, hay que cuidarse de los “Tembladores” y las “Rayas” que se empeñan en nadar por las orillas..Mucha playa de arena donde tenderse a asolearse (aún más)…
Solamente tuvimos tiempo de dejar nuestras cosas, recoger agua, comida y todo lo que presumíamos íbamos a necesitar y de inmediato nuestro guía comenzó la caminata hacia el Gran Salto Pará…Una hora y 45 minutos fue la travesía desde el caserío hasta lo alto donde se encuentra el Salto...
Caminamos explorando aquella selva, oyendo el cantar de los pájaros, el bailotear de muchas mariposas. No es difícil, tiene cuestas suaves, muy pocas, la mayor distancia es semi-plana, pero se hace fatigosa por ser selva húmeda, el ejercicio y el calor extenuante nos hace sudar “riachuelos” de agua por todo el cuerpo.
Y cosa rara, afortunadamente lo teníamos previsto y avisado..Por el trayecto no hay agua, al menos en verano como ahora…Los cauces que atravesamos están secos…Para compensar la bellezura del entorno, es bravía...


Se termina el camino..en frente tenemos un área verde de corta grama natural..y luego amigos…Que impresión..La atracción máxima de la zona..El Gran Salto Pará.. Espectacular..El río se divide y desciende en 7 inmensos torrentes. Aún seco su volumen de agua impresiona, éste se incrementa en invierno mil veces. Viene de correr por un cañón que se abre en saltos alineados en forma de herradura de más o menos 60 metros de alto, islas verdes entre ellos, festoneados de lianas, densa bruma formada por la neblina de miles y miles de gotitas de agua que al viento esparce..El ruido de las aguas al caer es sonido acompañante del espectáculo asombroso que disfrutamos a lo máximo.. .

Tuvimos mucho tiempo de contemplación, de traerlo en nuestro recuerdo no solamente en la mente sino en imágenes..Nos bañamos en un pozo rodeados de piedras brillantes que nos masajeaban el cuerpo. Sentados en la húmeda y fragante hierba almorzamos...
Adquirimos preciosa artesanía que una pareja de Yekuanas ofrecía a precio irrisorio...

Pasado el tiempo desandamos el camino, con pesar, bajamos de nuevo hasta El Playón.
Era todavía muy temprano, terminamos la tarde aprovechando para bañarnos de nuevo en las tibias aguas de los muchos remansos.. Ya en la noche después de una cena espléndida, donde hubo hasta el deguste de un “Bagre” pescado por un amigo, luego de unas copitas de vino..abrimos el “garito” para jugar cartas, dominó y bingo..En éste último participaron algunos ávidos y curiosos indios…Pero no tuvieron suerte..Gané yo...

Al otro día ya era el de la partida..Con lentitud al despertarnos a la hora que quisimos, desayunamos y con parsimonia arreglamos nuestros morrales..Curioso..ahora las cosas que vinieron no cabían de regreso..Pero chapuceramente cupieron al fin..
A las 10 y media de la mañana dijimos adios a los lugareños que con tanta amabilidad y cortesía nos recibieron..Esta vez la travesía por el río con un sol inclemente de frente castigándonos, se vio mermada con la presentación del baile sinuoso de las “Toninas” (Delfín de río)..A veces sacando agua de la curiara que las olas que hacían los rápidos nos enviaban, bañándonos en cada oportunidad que el bote se detenía por algo (el calor era sofocante), con algunos altibajos de parte de los motores de todas las curiaras..nos vimos otra vez en “Las Trincheras”...


Allí tendidos en la arena de la playa, frente al río hubimos de esperar entre baños y descansos a que nos recogiera el transporte que nos llevó de nuevo a Ciudad Bolívar, donde llegamos a tiempo de desayunar en el Mercado Municipal..Fabuloso…Comprar dulces típicos de la región y compartir con la gente de la zona, cosa muy interesante.
Tomamos la consabidas fotos del Puente de Angostura.. sobre el río Orinoco y luego subimos al transporte que nos traería hasta Caracas..Esta vez, aún en contra de los augurios de los “profetas del desastre”, el regreso fue bastante rápido, una pequeña colita de autos, pero cosa nimia..En la capital estábamos antes de la 7 de la noche.
Muy buena excursión, aunque trabajosa en su logística por ser la primera vez que se hace..pero por supuesto será todavía mejor cuando regresemos de nuevo a esta maravillosa y privilegiada zona

Nos vemos en la próxima,


Edilia C. de Borges


Fotografías: Rosana Langerano





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